tribuna

La Gala de la Tele: sobre la diferencia entre nostalgia y retroceder en el tiempo

Por Gara García. | La Gala de Elección de la Reina que se celebró este miércoles, 7 de febrero, en el Recinto Ferial de Santa Cruz de Tenerife partía desde antes de empezar con la odiosa desventaja que, cronológicamente, le imprimía ser la siguiente a la de la edición más brillante en los últimos veinte […]

Por Gara García. | La Gala de Elección de la Reina que se celebró este miércoles, 7 de febrero, en el Recinto Ferial de Santa Cruz de Tenerife partía desde antes de empezar con la odiosa desventaja que, cronológicamente, le imprimía ser la siguiente a la de la edición más brillante en los últimos veinte años. Son palabras mayores, lo sé, pero pocas veces cuando se trata de la Gala hay tanta unanimidad en buenas valoraciones como la hubo el año pasado en la del Carnaval dedicado a Nueva York.

Y no partió mal. La obertura fue de menos a más repasando en sus primeros compases algunos de los formatos televisivos que todas y todos llevamos en el corazón; desde series de dibujos animados, hasta anuncios publicitarios míticos o concursos que no podemos olvidar. Qué apostamos, Colombo, Las Chicas de Oro, Friends… fueron homenajeados y exquisitamente empaquetados en el guion musical de Abraham Gómez que supo defender muy bien su hermano Aarón. Un auténtico monstruo escénico al que no le hizo falta el relleno de los extras que le acompañaban solo por el afán de sumar gente en el escenario y rellenar titulares. Él solito con sus incontables cambios de vestuario en directo hubieran bastado y sobrado. A veces, menos es más.

La guinda llegó cuando el número inicial se separó de la alegoría para aterrizar en lo nuestro: lo que es realmente el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife. Primero con esas sensaciones que se viven antes de cualquier noche de fogalera: los preparativos, las quedadas y el baile que sirve para cualquier género musical (pura supervivencia) y a continuación con un rap insólito en el que el propio Aarón se retaba a nombrar a todos los grupos que hacen la Fiesta. Para éxtasis de todo el mundo no se dejó ninguno, mientras los grupos iban apareciendo y entrelazándose a medida que se nombraban. Un toque de calidad y, quizás, el mejor homenaje a los colectivos del Carnaval en conjunto que hayamos visto en mucho tiempo.

Fue un espejismo. Porque, a partir de ahí, la Gala (y permítaseme el símil televisivo) se convirtió en una serie de catastróficas desdichas. Al margen de echar de menos la energía y la ilusión que Alexis Hernández y Laura Afonso ponían convirtiéndose en parte de la Fiesta, requisito indispensable para que sea creíble tu paso por el escenario esa noche; con los bloques de candidatas se entremezclaron una serie de actuaciones de los grupos del Carnaval sin ton ni son ni cariño. Me da pena ver una actuación de las agrupaciones musicales en la que se adivina que no se les ha dado ningún tipo de directriz sobre colocación en escena. Lo mismo pasa con las rondallas, a las que, además, el típico realizador con algo de mala leche se empeñó en dejar mal buscando planos de aquel que menos se sabía la letra del tema a interpretar. 

A la altura del segundo bloque de candidatas, el hilo conductor se había perdido y ya no se volvería a encontrar. Salieron al rescate (y nunca mejor dicho) las intervenciones del mítico Equipo C, formado por el mismo Aarón Gómez, Darío López, Carmen Cabeza y Kike Pérez, que demostraron (en contraste con las apariciones de los grupos) la importancia del guion y la dirección en un espectáculo como este, en el que todo parece espontáneo precisamente por lo preparado que está. Con ellos, el Recinto explotó de risa, aunque la última aparición no sirviera para mucho más que alargar una gala que se había ido de tiempo hacía más de 30 minutos. No se puede decir mucho de Tonny Tun Tun y Mónica Naranjo porque ellos cumplieron con su parte. Nuevamente se echó en falta algo más de dirección para que sus actuaciones no fueran un oasis en medio del desierto. No es fácil coordinar un número en conjunto con gente de los grupos y las estrellas invitadas, pero poderse se puede, tal y como se ha demostrado en galas anteriores, especialmente en 2022 con el numerazo de Chanel Terrero. El problema es que hay que sentarse previamente a pensarlo, ensayarlo y pulirlo. Es decir, trabajar en ello.

Y no hubo voluntad de trabajo con los grupos del Carnaval. Quedó patente de nuevo al ver una comparsa tras otra con vacíos de sonido entre ellas y la incomprensible “actuación conjunta” de las murgas. No sirve para nada incluir en una gala a los grupos si el guion no tiene una justificación para ello. No aportan nada las murgas en fila india por puerta central interpretando partes de sus despedidas, y menos si los presentadores no lo explican previamente al público del Recinto y de la televisión, que se presume internacional. Aquí tengo que alzar la voz por todos los miembros de los grupos y subrayar que hacer perder el tiempo en números sin sentido y tratarles con desdén en el backstage es directamente inadmisible.

Menos mal que el brillo de la Reina del Carnaval nunca queda opacado por una mala Gala. Que se lo pregunten a la mítica Elizabeth García, Miss Dior de Leo Martínez, en aquella infame edición de Amargo. El Carnaval de Santa Cruz de Tenerife recordará El Mundo, la fantasía de Santi Castro y Corina Mrazek, como una de las Reinas más originales de su historia, con lo difícil que es sorprender con un traje a estas alturas. Y a esta Gala de la Tele, como aquella a la que quizás le hubiera hecho falta recordar que la nostalgia es una cosa y retroceder décadas atrás, otra muy diferente.

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