Personal de enfermería del Hospital Universitario de Canarias, en Tenerife, denuncia en declaraciones a EFE que la instalación en la que trabajan carece, con frecuencia, de material sanitario básico, a lo que se suma el deterioro de una infraestructura “obsoleta”, la falta de seguridad e inestabilidad laboral.
Dos enfermeras y un auxiliar de ese hospital, Andrea, Clara y Pedro, detallan que “cada dos por tres” carecen de agujas y jeringas, y de antisépticos, y subrayan como esa realidad les retrasa en la atención, que colisiona con la carga asistencial que sufre el centro hospitalario desde hace tiempo.
“Nos vemos sacando la medicación con agujas subcutáneas, o directamente no hay, y hemos llegado a hacer analíticas intravenosas con intramusculares. Apaños a los que no se les da importancia porque sacamos el trabajo”, explica Clara Aledo, de 25 años, enfermera en la Unidad de Urgencias.
UNA INFRAESTRUCTURA ANTIGUA Y “PARCHEADA”
A ello añaden que el centro hospitalario no ha solventado ni ampliado su estructura, vital para asumir la demanda que actualmente recibe, más después de la incorporación de la Isla Baja a sus servicios, por lo que se ha habilitado una sala de espera de UVI, con 7 camillas, para hacer hueco a la carga de Urgencias.
Informan, además, que mejoras que ha recibido el hospital se perciben en la nueva zona de Consultas, pero lamentan que la infraestructura sigue siendo muy antigua y, según Clara Aledo, se hacen “parches”, como ocurre con los socavones.
“Se demanda una calidad de cuidados que no podemos ofrecer, y no es porque no queramos, sino porque no podemos. Y como consecuencia de ello recibimos agresiones, físicas y verbales de pacientes”, señala Andrea Garcón, enfermera que arribó hace poco a la Unidad de Urgencias y que en 2023 comenzó su carrera.
Para Pedro (48 años), auxiliar de enfermería que no ha querido facilitar su apellido, ir a trabajar todos los días “es una aventura”, puesto que no sabe lo que va a encontrarse, y comenta con EFE que una de sus peticiones recurrentes es la de contar con personal de seguridad en la puerta, como asegura que ya ocurre en el Hospital de La Candelaria.
Comentan que la Unidad de Urgencias del Hospital Universitario de Canarias tiene en torno a 10 observaciones, especie de subunidades que dividen la asistencia a los pacientes, y, especifica Clara Aledo, dos de ellas están ocupadas por personas mayores, con alta hospitalaria, esperando un hueco en residencias.
“Esta carga asistencial, que no debería de estar, influye en las colas de los pasillos, y repercute a su vez en el flujo de entrada de pacientes a Urgencias y a camas de observación, ya saturadas con estos problemas”, resume.
Pedro añade que a esta presión asistencial también contribuyen algunas de las derivaciones que ejercen los centros de salud y producen la llegada de pacientes ya tratados que ocupan una camilla a la espera del alta administrativa.
INESTABILIDAD LABORAL
El auxiliar en enfermería enfatiza que también la plantilla flotante del hospital “es ridícula”, pues si en Urgencias falta personal, se derivan las suplencias del centro hospitalario a esta Unidad, un hecho que a su juicio supone dejar otras zonas “cojas”, con, por ejemplo, un auxiliar y un enfermero para toda una planta.
Cuando se ha quejado, explica, lo que le dicen es “que haga lo que pueda”, pero para él esa expresión ha significado que se queda gente sin atender.
Además de fallos estructurales y presión asistencial, los contratos a enfermeros, en concreto los que se sitúan en las primeras fases de su carrera profesional, son muy cortos, porque se utilizan para cubrir bajas y suplencias, lo que repercute a su vez en la atención al paciente.
“Estamos tan poco tiempo en una Unidad que no llegamos a aprender su dinámica. Nunca te estableces y te sientes cómodo”, confiesa Andrea Gascón.
En su caso, cuando finalice su contrato de mes y medio, le espera la incertidumbre, porque no sabe cuando la llamarán, lo que le ofrecerán y la calidad de ese contrato: “te pueden llamar para 1 día como para 6 meses”.
Clara Aledo comparte esta situación, y narra que cuando suena el teléfono te pueden dan servicios “al azar”, sin tener en cuenta la experiencia, y si no se acepta ese contrato, se elimina de la lista.
“Cuando acabo en paro por finalización de contrato estoy sometida al estrés, en continua alerta. No sabes cuando te llaman, y como no atiendas, o rechaces la unidad que te asignan, te sancionan con quitarte de la lista”, comenta.
La experiencia de Pedro, como auxiliar, refleja el camino que le queda por recorrer a los enfermeros y auxiliares más jóvenes: “Tengo en mi carpeta más de 50 contratos firmados, en distintas jornadas. Los primeros 6 años empecé sustituyendo bajas hasta alcanzar los 13, cuando conseguí la interinidad”.