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Elsa Punset: “Los dos indicadores de felicidad del ser humano son las relaciones sociales y la conexión con la naturaleza”

La filósofa y escritora Elsa Punset participó recientemente en el Foro Premium del Atlántico de la Fundación DIARIO DE AVISOS, en colaboración del Área de Cultura del Cabildo de Tenerife
Elsa Punset
Elsa Punset Bannel, escritora, filósofa y divulgadora de inteligencia emocional. / Fran Pallero

Por Carmelo Rivero y Juan Carlos Mateu | La filósofa y escritora Elsa Punset participó recientemente en el Foro Premium del Atlántico de la Fundación DIARIO DE AVISOS, en colaboración del Área de Cultura del Cabildo de Tenerife. Punset abordó temas de actualidad, como los problemas de salud mental generados por las nuevas tecnologías. También señaló que la Inteligencia Artificial en los próximos cinco años va a cambiar nuestra forma de entender la vida. Destacó que “vivimos los 25 años más privilegiados de la historia de la Humanidad, pero por culpa de la velocidad a la que vivimos estamos teniendo una serie de problemas de salud mental, no somos conscientes de este tiempo tan extraordinario que nos toca vivir”.

-¿Por qué nos cuesta tanto ser felices y vemos la botella medio vacía?
“Tenemos una actitud pesimista o moderada de la vida debido a nuestro cerebro del Paleolítico, muy cauto, cargado de prejuicios y de hábitos mentales y emocionales, al que le cuesta cambiar la forma de alimentarnos, de vivir, de pensar, de relacionarnos, de trabajar y piensa y genera muchas más emociones negativas o neutras que positivas. Esa sobrecarga de negatividad nos hace sentirnos abrumados, asustados y nos hace mirar al futuro con cierto pesimismo y ansiedad. D e hecho los problemas de salud mental que tenemos ahora mismo tienen mucho que ver con la ansiedad y con el estrés, por tanto, tenemos que aprender a reeducar nuestro cerebro. Además, todo está cambiando a una velocidad absolutamente inusitada. Antes los grandes avances tardaban en llegar y teníamos un tiempo para acostumbrarnos. Sin embargo, las últimas innovaciones se desarrollan en meses, semanas o días, lo que nos genera una sensación de que vivimos en un mundo lleno de incertidumbre nos agobia y tenemos un verdadero problema de salud mental que se está adelantando a las generaciones más jóvenes. Hay que recordar que vivimos los 25 años más privilegiados de la historia de la Humanidad, pero, por culpa de la velocidad a la que vivimos, estamos teniendo problemas de salud mental y no somos conscientes del tiempo tan extraordinario que nos toca vivir”.

-¿Cómo cultivamos entonces el optimismo?
“Nuestro cerebro está programado para sobrevivir. El cerebro Paleolítico lo ve todo en negativo, y ahora la ciencia nos dice que la gente optimista tiene más amigos, mejores trabajos, suele ganarse mejor la vida y resuelve más problemas. Por tanto, es fundamental mirar al futuro con esperanza. Gracias a la neurociencia sabemos que tenemos un cerebro plástico -con capacidad para adaptarnos y cambiar- que es para nuestra supervivencia como especie. Un 50% del optimismo se trabaja en este cerebro entrenable. Necesitamos mejorar nuestra conciencia, el cerebro funciona casi constantemente a trompicones y de forma automatizada y no somos conscientes hasta que punto solo tenemos una atención muy selectiva. La conciencia ayuda a calmarnos frente a una determinada situación. Asimismo, estamos acostumbrados a recordar mucho más lo que nos duele con enorme intensidad, el cerebro es como velcro para lo negativo y teflón para lo positivo y lo que te ha dolido tendemos a exagerarlo y a memorizarlo más que las experiencias positivas. Trabajar el optimismo mejora las habilidades sociales y emocionales, que es lo que trabajamos en la inteligencia emocional. Si el Siglo XX ha sido el de la supervivencia física y hemos aprendido a cuidarnos en lo físico, el Siglo XXI es el de la salud mental y somos muy nuevos en esos conocimientos. No hay que olvidar que el cerebro humano no es maduro hasta los 23 o 24 años y por ese motivo a los adolescentes les cuesta mirar al futuro con esperanza, no controlan sus impulsos y se desesperan. Además, hay una química positiva que podemos activar cuando sonreímos, los neurotransmisores como la serotonina o la dopamina. ¿Y cómo lo hacemos? pues haciendo ejercicio físico todos los días de forma consciente, cuidando la alimentación y teniendo relaciones sociales. Este es probablemente el indicador más importante para nuestra salud mental y nuestro envejecimiento físico y cognitivo, la calidad de las relaciones que nos rodean y reconectarnos con el mundo natural”.

-Un estudio de la Universidad de Harvard señala que la felicidad está vinculada a las relaciones sociales.
“Sí, es el estudio más largo que tenemos sobre felicidad, pero no solamente que estemos bien socialmente, sino que es muy importante la calidad de las relaciones que nos rodean, y que tendrá que ver en un futuro con la memoria que vamos a mantener y tiene un impacto en lo físico y en la salud mental. Resulta que ahora nos empezamos a dar cuenta que ambas van de la mano. En un mundo donde la Inteligencia Artificial va a trabajar tanto y, en muchos casos mejor que nosotros, vamos a plantearnos la calidad de nuestras vidas. El psicólogo John Goodman, que lleva años estudiando cuál es el secreto de las buenas relaciones, dice que las buenas relaciones son tan importantes para nuestra salud cognitiva, mental y física cómo construimos una buena relación. El secreto de las parejas y las buenas relaciones es la interrelación de palabras, gestos, caricias. Las personas que consiguen tejer estas relaciones maravillosas intercambian hasta cinco veces más emociones positivas que negativas. Goodman nos enseñó que todo el mundo necesita su parcela de felicidad, ese tiempo de reír y generar emociones positivas. La atención plena es una forma de amor y de cuidado al otro y eso es lo que teje una buena relación: tiempo, cariño, mirar al otro, estar ahí y tenemos que encontrar ese tiempo como sea”.

¿También aborda la meditación como medicina positiva?
“Es uno de los grandes remedios que conocemos desde hace miles de años. El cerebro tiene la capacidad de mirar al futuro, pero de recordar el pasado con el sesgo negativo, y de hecho tenemos muy poco control sobre todo estos pensamientos que son muy estresantes y nos cuesta mucho vivir en el presente. Los niños son los grandes meditadores que tenemos en el mundo. Tiene una gran capacidad de vivir en el presente, porque tiene el cerebro menos desarrollado, y sonríe una media de 300 veces al día cuando los adultos sonreímos al día 17 veces de media. La meditación nos enseña con la respiración a calmar todo el cuerpo y te enseña a estar centrado en el momento, un entrenamiento que recomiendo hacerse en un parque o en la naturaleza. La gente es mucho más feliz viviendo en el presente, dejar de pensar en lo que viene, aprender a ser conscientes de ello y a limitar las obligaciones que nos vamos cargando en nuestra vida. Actualmente, hemos reemplazado la búsqueda de la felicidad por la búsqueda del placer rápido y no da para mucho. Además tenemos un miedo a envejecer y somos una sociedad con estereotipos y prejuicios al edadismo. Se ha analizado cómo envejece el cerebro humano y estábamos equivocados, no hay un momento cumbre para el cerebro. Sin duda, hay cosas que de jóvenes hacemos velozmente, al ser un cerebro más dúctil y más adaptable cognitivamente, pero a medida que avanzamos en la longevidad hay muchas cosas que empezamos a hacer también muy bien, por ejemplo se conectan mejor ambos hemisferios del cerebro, y tenemos una mejor misión de conjunto y gestionamos mucho mejor las emociones negativas, así como somos más compasivos. Pero, sin duda, todos queremos llegar a envejecer en buenas condiciones físicas y mentales”.

-¿Por qué es tan importante la conexión con la naturaleza y su poder terapéutico?
“Es una de mis obsesiones. Los dos grandes indicadores de felicidad para el ser humano son las relaciones sociales y la conexión con la naturaleza. Los que vivimos en grandes ciudades, alejados del mundo natural hemos perdido esa conexión que está dañando nuestra salud mental y debemos reconectarnos con el mundo natural para regenerarnos. Tengan en cuenta que si en el Siglo XXI el 3% de la población vivía en ciudades, ahora mismo el 50% de la humanidad viven ciudades y en el 2050 será el 70% . En las ciudades tenemos tasas de mala salud mental relacionada con la ansiedad y la sobreexcitación de todo nuestro sistema nervioso, con los ruidos, las distracciones constantes, etc., mucho más altas que en las zonas rurales. Los humanos, entre la crisis climática que vivimos, hemos llegado al momento en el que tenemos que tomar decisiones y reconocer que hay que reconsiderar esta forma de vida tan artificial, la falta de sueño, la alimentación tan mala para nuestra salud y para el planeta. Cuando las personas se sienten mal, estresadas o angustiadas van a ver al médico de Atención Primaria y les dan una respuesta farmacológica, salvo que sea claramente agudo y le derive un psiquiatra. Hay países como Gran Bretaña y otros del norte de Europa donde les derivan a terapias naturales y sociales, aprenden a calmarse, a respirar, a reconectar con el mundo natural. Mi ilusión es explicar la necesidad de los jardines terapéuticos, pequeños focos de paz y lugares de encuentro para todo tipo de personas, mayores, niños, personas con adicciones, personas en hospitales… para aprender a cuidarnos y a cuidar a los demás”.

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Elsa Punset Bannel, escritora, filósofa y divulgadora de inteligencia emocional. / Fran Pallero

-Antes señaló la importancia de las relaciones sociales y la amistad cuando envejecemos.
“Cuando envejecemos perdemos relaciones sociales y es importante tener esos vínculos en la vida, hay amistades que se pierden y nos cuesta más reconectar. Yo utilizo el ejemplo de Jane Fonda. Si alguien me cae bien me acerco a esa persona y, tras dialogar con ella, le pregunto ¿quieres ser mi amigo? Me pareció una idea maravillosa porque pierdes la vergüenza, esa necesidad de probar nada, dejas de tener que compararte con todo, de tener vergüenza. Yo tengo media docena de esos amigos y básicamente te permite volver a esa alegría que te daban las relaciones. No dejen huecos tenemos que repoblar nuestras vidas de amigos y hacer amigos”.

-¿La pandemia amplificó los problemas de salud mental o es un pretexto?
“Venía desde el 2010 cuando se disparó el estrés y la angustia y han aumentado enormemente las autolesiones y los suicidios. Considero que las niñas y adolescentes son particularmente vulnerables a las redes sociales al tener un lado muy social y con la necesidad ser aceptadas por el mundo que les rodea. Llevan peor que los chicos toda la violencia que les llega por las redes, el acoso sexual, las comparaciones, los insultos… Hay que ayudarlas y educarlas a no ser tan dependientes de la opinión de los demás y los prejuicios sociales. Hay que apoyarlas y proteger su autoestima, porque son muy vulnerables a la personas que, aprovechando las redes sociales, las machacan solo por ser mujer”.

-¿En qué nos va a cambiar la vida o que nos está cambiando ya la inteligencia artificial?
“Es un tema apasionante vivir todo esto. Una gran psiquiatra como Elisabeth Kubler-Ross decía que “en cada momento tenemos la opción de elegir entre el amor y el miedo”. Tenemos estas dos grandes polaridades: el amor en su sentido más amplio como creatividad, como ternura, como amistad, como amor y cómo vincularnos con el mundo, descubrir el mundo y superar ese miedo del cerebro del Paleolítico que dice ¡cuidado! y que te pueda hacer codicioso, indiferente, duro, cruel. Cada día eliges lo que alimentas y eliges las emociones que quieres. Entonces, la Inteligencia Artificial (IA), es absolutamente representativa de nuestro Siglo XXI, es que hemos creado una especie más inteligente que nosotros. Esto es extraordinario y esperemos cinco años, porque básicamente vamos a dejar de ser el centro del planeta, porque hasta ahora éramos incuestionables, y veremos cómo va a cambiar nuestra forma de entender nuestras vidas. La IA va a ser otra revolución, pero también un gran reto. El que haya una máquina que va a hacer casi todo mejor que nosotros nos liberará de las tareas tediosas y nos dejará más tiempo a nosotros para ser más creativos y nos obligará a repensar qué es Humanidad, ayudándonos posiblemente a ser más felices. Yo creo que la Humanidad va a recuperar todos aquellos valores éticos que hemos dejado un poco de lado durante muchos siglos, entonces vamos empezar a darles mucha importancia, porque esa capacidad de elegir en qué forma queremos vivir, consumir, crear y relacionarnos, eso va a ser muy humano y creo que eso va a ser nuestra fuerza”.

“Debemos acompañar a los hijos hacia buenos hábitos digitales”

También Punset abordó el uso y abuso de la tecnología en los niños y adolescentes y cómo buscar el equilibrio entre la vida digital y la vida real. “Los cambios tecnológicos son tan rápidos que no estamos teniendo tiempo de acostumbrarnos. Los jóvenes son una generación de conejillos de indias, sobre todo los que han nacido a partir del inicio de este siglo. Hasta 2019 no empezamos a tener datos certeros de qué está pasando. La tecnología puede tener un efecto estimulante en los niños, pero solo 30 minutos al día y determinados programas. Los niños no son capaces de entender la información que les llega, se convierten en adictos a una cosa que es divertida pero que termina dañándoles por la cantidad de estimulaciones y mensajes que reciben. Hemos sobreprotegido a nuestros hijos en lo físico pero los hemos abandonado en lo digital. El primer paso que debemos hacer es cambiar nuestra forma de entender la tecnología y acompañarlos hacia buenos hábitos digitales, regular las nuevas tecnologías en las escuelas y que las administraciones legislen su uso. Los niños necesitan ser sociales y relacionarse”.

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