tribuna

Inteligencia Artificial y abogacía

Por Fernando González-Barreda*

La irrupción de la inteligencia artificial ha supuesto una transformación muy importante en nuestras vidas y en nuestra manera de relacionarnos con la tecnología. Estos avances han conseguido, entre otros hitos, que la interacción con los sistemas y algoritmos se produzca a través del lenguaje natural y en sentido bidireccional. En el ámbito del Derecho, se avecinan cambios que son difíciles de predecir, si bien es obvio que las utilidades son múltiples y pueden descargar a los abogados de tareas monótonas y que consumen mucho tiempo, tales como el procesamiento de cantidades ingentes de datos, la realización de análisis predictivos, las búsquedas y la selección de normas legales, así como de jurisprudencia aplicable e información relevante a los casos jurídicos (e incluso redacción de contratos específicos). Pero no podemos perder de vista el enorme desafío y la incertidumbre que el uso de esta tecnología conlleva. Y tal es la velocidad a la que la inteligencia artificial avanza, que existe el temor a que pueda sustituir algunos empleos relacionados e, incluso, a los propios abogados en determinados sectores. Si tenemos en cuenta que la capacidad del algoritmo para analizar y procesar datos es infinitamente superior a la de un ser humano, y a ello unimos sus capacidades generativas, es ineludible preguntarse por el papel que van a desempeñar los abogados en el tránsito a la nueva era de la automatización. Por otro lado, la manera en que nos vamos a relacionar con nuestros clientes será muy diferente debido al acceso que ya tienen a una información primaria de mayor calidad, y que conllevará que, cuando acudan a una consulta, lo hagan con cierto conocimiento de la respuesta a sus dudas, demandando una segunda opinión. Entonces, ¿qué puede aportar el abogado en un contexto en el que la IA es capaz incluso de anticiparse a posibles escenarios jurídicos futuros debido a la enorme cantidad de información que maneja? La respuesta no es otra que aportando a la sociedad un valor profesional humano de mayor calidad, mediante el aprovechamiento de la tecnología, para conseguir niveles óptimos en la prestación de servicios, una tecnología que jamás había estado a nuestro alcance, pero teniendo en cuenta que nosotros seremos los responsables de que esa información -en definitiva, esa inteligencia- se use de una manera segura y proporcionada, velando por la protección de los derechos y libertades individuales.
Es evidente que todas estas consideraciones, expuestas aquí de manera muy esquemática, presuponen algunas otras cuestiones éticas y legales que deben guiar el desarrollo y la aplicación de la inteligencia artificial en el ámbito del Derecho. Pero es igualmente innegable la capacidad del abogado para comprender el contingente humano, mediante el adecuado estudio de los casos y de una manera analítica y personalizada, en aras a lograr el mayor éxito en la defensa de los intereses del cliente. Y es difícil que alguna tecnología pueda reemplazar completamente al ser humano en estas habilidades y destrezas, lo que nos invita a pensar en la inteligencia artificial más como un aliado que como una amenaza, pues nos ofrece un enorme potencial para mejorar nuestra práctica profesional y, con ello, añadir mayor valor a nuestros servicios. La conclusión, por tanto, es que habrá que aprender a encontrar el equilibrio entre la innovación tecnológica y la experiencia personal para poder adaptarnos a un mundo tan cambiante y así prosperar en esta nueva era digital.
*Abogado

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