superconfidencial

Un ojo papo

Me ha entrado catarro, me he quedado ronco, echo pollos y se me ha puesto un ojo papo. Llevo mal lo del ojo papo, porque no hay nada peor que sentirse tuerto y porque, además, trae mala suerte. En fin, los viejos creemos que no nos vamos a morir nunca y ahora nos viene la cosa de golpe, pero estoy cabreado porque mi desintegración física ha comenzado por un ojo papo, a pesar de los esfuerzos que hago ante el espejo porque no lo parezca, jalando por la pestaña. Aunque el papo es el buche de las aves, en el humano se aplica al cerramiento o hinchazón del ojo, que se convierte en una especie de papa bonita, hinchado el puto ojo como un tomate y colorado como un fresón, como canta la tuna; y a veces negro, como mi propia suerte. Para desencanto de mis numerosos enemigos, parece que la cosa ha mejorado un poco y hoy, como mucho, podré ya ver la luz del día con los dos ojos, el papo y el otro. Me acercaré, por tanto, a observar la punta caída de la estrella de Luis Cabrera Sánchez-Real, premio Manuel Oráa, que se ha desplomado. Dos veces, en dos artículos, y otras más en informaciones sueltas he advertido del deterioro de la gasolinera/BIC, situada en la Punta de la Carretera, a tiro de piedra de mi casa. Pero a mí nadie me hace puto caso, por mi condición de jubileta planchón y de vieja gloria de la crónica bufa. Ese edificio se está cayendo, está declarado BIC, logró el citado premio, pero ni el Gobierno ni el Cabildo me han hecho puto caso. Tiene que haber al menos un muerto para que actúen. Y la estrella ha sido tan fugaz y tan benévola que no se ha llevado a nadie por delante. Ni siquiera a mi ojo papo.

TE PUEDE INTERESAR