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‘El dueño del calendario’, el increíble don de un niño de Tenerife con solo 8 años

Ian Mora Vega es un niño de apenas 8 años que tiene un don innato. Aún no sabe dividir y acaba de aprender a multiplicar. Sus familiares y los expertos no le encuentran explicación
Ian junto a su padre, Raúl Mora. Rodrigo Padilla/DA

Un talento innato es una habilidad o capacidad natural que una persona posee desde su nacimiento o que desarrolla de manera temprana sin la necesidad de un entrenamiento extenso. Una de estas personas es Ian. “No nos lo sabe explicar y no entendemos cómo lo hace”, es la frase que más se escucha en boca de Raúl Mora, padre del pequeño Ian Mora Vega, al que su padre apoda “El dueño del calendario”. El joven hijo de Raúl tiene el increíble don de saber el día de la semana exacto de casi cualquier año que se le pregunte. Ya de por sí este es un poder inaudito, pero todo cobra otro sentido si se considera que el niño, de solo 8 años, ha aprendido a multiplicar hace menos de un mes, aunque no sabe dividir. Esta capacidad la ha mostrado desde que apenas tenía 4 años, edad en la que sus padres se quedaron perplejos con la genialidad del crío. “Es un don o algo de otro mundo, no tiene otra explicación”, aseguran.

El poder de Ian parece sobrenatural. El pequeño es casi infalible a la hora de determinar el día de la semana que se le consulte. Su padre, al ver que a su hijo le gustaba adivinar fechas, juega con él y aprende al mismo tiempo. “Para mí por ahora no tiene ninguna explicación.

Además, en el cálculo tiene en cuenta los años bisiestos. Es espectacular”, asegura Raúl. Él cree que Ian recurre a la memoria. Su forma de aprender todas esas fechas se basaría en el recuerdo masivo de días, años y meses del calendario. Una base de datos insólita para un niño de tan corta edad. Ian también da indicios de que usa algoritmos, secuencias matemáticas o nemotecnia (sistema mental que ayuda a memorizar ciertos datos o una gran cantidad de información que, de otro modo, olvidaríamos fácilmente).

“A los 3 años empezamos a notar que Ian no se comunicaba como los demás niños. Los médicos nos dijeron que podía ser un “retraso madurativo” en el primer diagnóstico. Otros expertos nos explicaron que podría ser síndrome de asperger o autismo. A día de hoy no tiene un diagnóstico definido. Lo que sí nos han dicho es que Ian combina un coeficiente intelectual muy alto con un espectro autista”, explica su padre. Ian es un niño risueño, muy alegre y que deja impresionado a cualquiera que se pare a hablar con él más de cinco minutos. “Ahora le da por preguntar la fecha de nacimiento a todo el mundo. Le respondes, él te dice el día de la semana que naciste y se va con su risa de oreja a oreja”, narra su padre entre risas.

El pequeño Ian, cuando trata de explicar su metodología para acertar los días de la semana, no es capaz de dar una respuesta: “No sabe decírtelo. Se dispersa y no te da un motivo”. Raúl ya ha pasado a otra dimensión del juego y ahora le pregunta a su hijo. Como si de un calendario con patas se tratase. “Si yo tengo una cita médica, el día que me la dan, le pregunto a Ian y él me dice la fecha que será ¡Es infalible!”, asegura Raúl. Su padre se dio cuenta de que al pequeño le apasionaba este cálculo y trató de “entrenarlo” para así perfeccionar este hobby matemático. En la actualidad y tras unos años de perfeccionamiento, Ian es muy fiable en su sistema y además, lo lleva a cabo en muy pocos segundos: “Él no tiene juegos en su tablet, tiene la app del calendario. Yo voy por la calle o estamos en casa y le pido que me diga una fecha: Ian, ¿en qué cae el 1 de junio de 2029? y él rápidamente me dice viernes”.

¿MEMORIA O MATEMÁTICAS?

Carlos González es Profesor Titular de Matemáticas, Estadística e Investigación Operativa de la Universidad de La Laguna. A su juicio, ambas teorías del talento de Ian, la de usar la memoria o un don matemático, son posibles, pero una “es más difícil de creer que la otra”. “En primer lugar, si el pequeño hiciese uso de un planteamiento matemático y llevase a cabo un algoritmo, esto requiere hacer cuentas que, para un niño de 8 años y de forma mental, son extremadamente difíciles. Sería propio de un genio matemático”.

Hay varias formas de llegar a encontrar respuestas, pero no todas son validas en este caso. Por ejemplo, si fuese memoria, ¿cómo lo hace el niño? Hay una serie de matices en el calendario tal cual lo conocemos actualmente que hacen casi imposible que una persona de tan corta edad pueda llevar a cabo una memorización de estas características. La forma de medir los días en la etapa moderna (en Occidente) comienza gracias al emperador romano Julio César que instauró esta nueva forma de contar los días. También, en este punto se introducen los años bisiestos”, explica. Carlos cita que el calendario mantiene un problema muy especial a partir del siglo XVI: En Europa y en especial, los habitantes de Italia, Francia, España y Portugal se fueron a dormir el 4 de octubre de 1582 para despertarse diez días después, exactamente el día 15 de octubre”.

“Algunos países en ese momento se regían por el calendario juliano, mientras que el calendario gregoriano fue introducido por el papa Gregorio XIII. Aunque la diferencia de 11 minutos y 15 segundos parece mínima, lo cierto es que desde el año 46 a. C. y hasta la instauración del calendario gregoriano se produjo un desfase temporal de aproximadamente 10 días y se trató de ajustar a partir del día 4 de octubre esa perturbación de las fechas que había habido”, explica. Esto de por sí supone un gran inconveniente para acertar días exactos (sobre todo los mismos de ese año y mes) y más aún si cabe si añades que cada 400 años, aunque este fuese bisiesto, no tendría en su haber el 29 de febrero. Una serie de peculiaridades que hacen muy difícil dominar este cálculo.

González también esclarece el hipotético método matemático que podría llevar a cabo el pequeño Ian de manera mental: “el Algoritmo del juicio final «doomsday»”. Este proceso se usa para determinar el día de la semana de una fecha específica y fue ideado por el matemático John Horton Conway (aunque este fue inspirado por un artículo de Lewis Carroll, en marzo de 1887, en la revista Nature). “Solía sentirme culpable en Cambridge de haber pasado todo el día jugando, mientras se suponía que estaba haciendo aritmética. Entonces, me di cuenta de que jugar a juegos es matemáticas”. Esta es una de las frases que mejor hacen entender la vida y obra de Conway y sus métodos en este campo: las matemáticas como forma de entretenerse.

La idea central de su famoso algoritmo es usar una fecha “ancla” (doomsday) que cae en el mismo día de la semana cada año y a partir de ahí, calcular el día de la semana de cualquier otra fecha en el año con un algoritmo que tiene un sin fin de peculiaridades y es uniforme para todos los casos. Este es un sistema complejísimo y parece imposible que, mentalmente, en tan poco tiempo y con tanto acierto pueda calcularlo. Su caso, hasta el momento, no tiene explicación. Podemos estar ante un talento descomunal, un poder de memoria inimaginable o un genio de las matemáticas. Todo está por esclarecer. Ian seguirá viendo las matemáticas como un juego. Porque para los niños y algunos eruditos como Conway, todo es eso, una forma de disfrutar la vida.

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