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Ay, Dios

Para más inri, un estudio del Times dice que los españoles somos los más infieles de Europa. Es normal, en los países protestantes, la mentira está más castigada. Si tú, un suponer, metes una trola en los Estados Unidos, entras en un archivo de troleros, no te dejan pedir un crédito jamás y te condenan de por vida por haber puesto mal una equis en un formulario o las iniciales en una póliza de seguros. El español miente a conveniencia y sin tino, miente sin medida ni clemencia, como dice el bolero. Nadie miente como un español, ni siquiera el musulmán, que es otro que le da a la bola con un entusiasmo digno de mejor causa. En los Estados Unidos, los formularios de inmigración son ley para las autoridades, pero, como mientas en ellos y te trinquen, no vuelves a entrar en el país. Si un guardia te pregunta si has bebido y le dices que sí, y es que sí, puede que se quede en una multa. Pero, como le digas que no y la tasa de alcoholemia pase de 0,10, vas al talego directamente. Más que por beodo, por capullo y mentiroso. Con la infidelidad pasa lo mismo: en los países anglosajones, está mucho peor vista que en España, donde echarse una cana al aire entra dentro de lo memorable y se comenta con los amigos. Este ha sido un mal mes para mí. Ayer eché mano de la cartera y me encontré con diez euros, que son mis ahorros del año. Y encima que soy pobre, la puta Agencia Tributaria me ha sableado como cada mes de junio. No he podido ni siquiera hacer la compra, pero nadie me va a creer porque a los que tenemos cara de ricos, sin serlo, nos dura esa condición toda la vida.

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