superconfidencial

Hágase a un lado, Conrado

En el colmo de lo cómico, ayer me despertaron de la siesta los gritos de un señor con acento catalán que hablaba por el micro con la operadora de un cajero de La Caixa, frente a mi ventana. Parece que la chica no entendía al hombre mayor, que se expresaba atropelladamente y cabreado, porque el cajero no le soltaba un diezmo. El catalán, a cada momento, le decía a la operadora, o quizá a su amigo imaginario, que yo, claro, no veía: “Hágase a un lado, Conrado”. Lo que despertaba la risa de la señorita, que hacía esfuerzos por entender la jerga abominable del turista, que pretendía el reintegro del dinero de su pensión, sin éxito. Tras un largo diálogo para besugos, el señor catalán empezó a bailar ante el cajero una sardana (y a tararearla al mismo tiempo), o quizá fuera una balada de las praderas de Gerona, que ahora se llama Girona, como el equipo de Míchel y de Guardiola. Ante el escándalo, que ya digo interrumpió mi siesta, me asomé al balcón, asumiendo el riesgo de ser fotografiado por el inspector de la Agencia Tributaria de guardia, por si pudiera rascar algo para su causa por el embargo de la madera del mirador, y le grité al nonagenario catalán: “¡Oiga, señor, cántele otra, que a lo mejor cuela!”. Y el hombre se arrancó con un bolero con tanto afinamiento que ablandó nuestros corazones, el de la cajera -que era el principal- y el mío, que era el del colaborador necesario. Y por aquella ranura empezaron a salir los billetes de la pensión: cuantos más billetes aparecían, mejor entonada resultaba la canción. Entonces, le grité a la operadora desde el balcón: “Hágase a un lado, Conrado”. Para qué fue aquello.

TE PUEDE INTERESAR