Por Fátima Bravo.| El lexicógrafo Manuel Seco, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española (1980), dijo que la lexicografía no era una ciencia, sino una técnica o un arte. En esto coincide con la catedrática de Filología Románica de la Universidad de La Laguna, lexicógrafa y académica de número de la RAE, la canaria Dolores Corbella. Para ella, los que se dedican a la disciplina de elaborar diccionarios son “artesanos o arqueólogos” de las palabras. Precisamente, su condición de lexicógrafa le valió mucho a la hora de conseguir su silla en la RAE.
-Hacía tiempo que un canario no se sentaba en una silla de la Real Academia Española, ¿qué ha significado esto para usted? Además, es la primera mujer canaria en ocupar un sillón en esta academia.
“Ha sido algo con lo que no contaba. He trabajado toda la vida en la Universidad de La Laguna, investigando las palabras. Ocupar un sillón en la academia es un verdadero honor. El último canario fue Blas Cabrera, en el año 36; luego se tuvo que ir al exilio, a México y ya no pudo seguir trabajando allí”.
-Me gustó mucho su discurso de ingreso en la RAE, ‘Un mar de palabras’, en el que reivindicaba el papel crucial del léxico canario en relación con el español de América.
“Como canarios, sabemos lo que es ser puente entre Europa, África y América. Como siempre he trabajado con palabras, tenía que dedicar mi discurso de entrada en la academia a ellas y a la relación de éstas con América. Las hemos llevado allí o las hemos traído en el viaje de vuelta. Además, quise reivindicar, sobre todo, el papel del panhispanismo”.
-Lleva casi toda una vida trabajando, junto a su compañero de profesión, Cristóbal Corrales en el ‘Diccionario histórico del español de Canarias’. Un trabajo interminable, ¿no?
“Son trabajos de fondo. Empiezas y luego vas añadiendo todo lo que consideras importante. Poco a poco. El otro día estaba leyendo un documento de 1821 y aparecía por primera vez documentada la palabra cotufa; a mí eso me fascinó. Estamos haciendo arqueología con esas palabras que hemos podido documentar desde 1500. Seguimos poniendo datos, adelantando documentaciones y averiguando etimologías. Y claro, es algo que se tiene que ir actualizando constantemente. Trabajo también en los archivos. Leer documentación antigua nos va dando una idea de por dónde va la historia de las palabras”.
-¿En qué se diferencia el Diccionario de María Moliner del de la RAE?
“El de María Moliner es un diccionario de uso, de autora. Ella tiene algo muy importante y es que hasta ese momento (publicó su diccionario entre los años 1967-1968) el femenino lexicógrafa no aparecía en el diccionario. Así, a partir de 1984, las mujeres estamos reconocidas como lexicógrafas. Un hito importantísimo. María Moliner no entró en la Real Academia, una lástima. El Diccionario de la Real Academia Española es distinto, es también un diccionario de uso, pero que se ha estado realizando durante 300 años. Fue un hito dentro de la lexicografía europea. El diccionario de la RAE se sigue actualizando, y no solo lo hacemos nosotros, sino todas las academias americanas”.
-¿Qué labor está desarrollando usted ahora mismo en la RAE?
“Estoy estudiando cómo está representada América en el diccionario de la Lengua Española. Lo firman todas las academias, las americanas, más la de Filipinas y la de Guinea Ecuatorial. Hoy en día hay muchísimos americanismos aunque todavía faltan. También asisto a las reuniones de la Comisión de Cultura dentro de la academia. Allí me reúno con académicos y vamos viendo las definiciones de las palabras. Me he reunido muchas veces en América con grupos con los que hoy en día hablo directamente. El ser canaria creo que me da un plus. Hablo de tú a tú con ellos”.
-Esta pregunta no es fácil: Elija las cuatro palabras canarias que más le gusten.
“Recuerdo mucho la palabra mareta, pero también callao. Callao es un portuguesismo y la hemos hecho nuestra. Gran parte de los primeros colonos que llegaron a Canarias eran portugueses y trajeron su léxico aquí. Me recuerda al mar. Yo en Madrid siempre estoy perdida porque no veo el mar… Otra es gofio, que la tienen también los cubanos, los venezolanos. En Uruguay también se utiliza. La palabra llegó a América y los cubanos decían cuando alguien era muy pobre, ese es un come gofio. Y luego hay una que me fascina, Malpaís. Ese campo de lava cuando se seca, cuando se resquebraja… Es una palabra magnífica de origen francés. La tenemos escrita en galo en las crónicas de la conquista de Canarias. Además, el poeta Carlos Pinto Grote decía: “Mi tierra, un negro Malpaís”.
-Hablábamos de palabras. Y expresiones, ¿cuáles destacarías?
“Es más canario que el gofio”, por ejemplo. Otra que me encanta es: “la papita suave”. También “coger una guagua”, que es un cubanismo que nos llegó en los años veinte y que se incorporó al léxico canario. Fotingo, también es un cubanismo. El eslogan con el que se publicitó el primer coche de la marca Ford era “foot it and go”, literalmente: “pisa y arranca”.
-Qué divertido, qué ingenioso…
“Sí, bueno, es que la lengua es eso, es ingenio, es creación. Y sí, también diversión”.
-Es importante reivindicar también nuestro acento.
“Yo en Madrid sigo hablando como en mi casa. Yo seseo al igual que más de 500 millones de hablantes de español. Aspiramos también, no pronunciamos esa jota como hacen los peninsulares, pero también uso la segunda persona. En lugar de vosotros, uso ustedes. Lo utilizo uso de forma normal, no solo cuando hablo, sino también cuando escribo. El español no tiene una única norma. Es importante reivindicar esa diversidad dentro de la unidad”.
-¿Cómo serán los diccionarios del futuro? A veces tengo la sensación de que se está produciendo un cierto destrozo del lenguaje.
“No, se está adaptando, tenemos que aceptar que el lenguaje siempre se ha adaptado a los nuevos elementos históricos, a las nuevas formas de vivir. Ahora es más fácil introducir una palabra en el diccionario. Yo empecé haciendo diccionarios en papel, analógicos; después pasé a los digitales, donde el papel se digitalizaba y uno podía buscar la palabra. En el futuro vamos a tener diccionarios electrónicos, donde vamos a poder pedir el orden alfabético. Muchos chicos ya no saben el orden alfabético porque no les hace falta”.
-Además, a esto tenemos que añadir la inteligencia artificial.
“Claro, aunque no sepamos la palabra, vamos a poder preguntar al diccionario. Que nos lleve de la idea a la palabra y de la palabra al uso, porque son los hablantes los que deben decir qué términos tienen que estar en el diccionario. Nosotros somos dueños de nuestro lenguaje como sociedad y el diccionario debe ser un reflejo de ésta”.
-No puedo dejar de preguntarle por la palabra del año, ¿se acerca alguna candidata?
“No, todavía no. La Fundación del Español Urgente propone una palabra y la Real Academia también, sobre diciembre suele presentar las actualizaciones del diccionario. De aquí allí pueden pasar muchas cosas. Eso sí, hay una que creo que es fundamental; la palabra cayuco. Es americana. Cuando nosotros llegamos a América encontramos canoa y cayuco, y esa palabra vino a Canarias cuando los pescadores, sobre todo de la parte oriental de las islas, iban al banco canario sahariano. Utilizaban cayucos, que eran embarcaciones grandes. Hoy en día, el cayuco para nosotros es como la patera, una embarcación precaria. Refleja lo que está ocurriendo con la crisis migratoria. Tiene que entrar en el diccionario con una nueva acepción que es barco donde se transportan los inmigrantes”.
-Me quedo con magua, nostalgia de no poder continuar con esta entrevista.
“Es una palabra portuguesa que le encanta al escritor y periodista Juan Cruz. Los canarios hemos llevado ese vocablo a América. Yo también me quedo con magua de no poder continuar. Gracias por insistir, hace tiempo que no concedía entrevistas”.