Por Clío Morarte.| Dicen que no hay nada como viajar para ampliar perspectiva y abrir la mente. Personalmente, me fascinan aquellos lugares en donde se crea riqueza gestionando y consolidando con éxito una marca turística que refuerza una identidad que la difiere de los demás destinos.
¡Qué suerte vivir aquí!, la coletilla tiene su atractivo, pero en ocasiones nos impide centrarnos en nada que no sea nuestro propio ombligo. Conviene reconducir las ansias por las perritas rápidas, característica de rancias décadas pasadas, y aprender de lo que ha demostrado ser un “pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana”.
Innovar es maravilloso cuando se dispone de un contingente humano de acreditada valía, pero no tanto cuando vamos escapando con un ¨progresa adecuadamente”.
No hace falta inventar la rueda, sino espabilar, agudizar ingenio y aplicar fórmulas que estén triunfando en otros territorios, adaptando recetas a la idiosincrasia propia.
Me persigno invocando a poderes celestiales para que le metan alguna que otra sacudida a quienes regentan nuestros municipios y pillen avión con ganas de realmente ver, no solo de mirar. Viajar con afán de conocimiento y la astucia de saber traer lo bueno de vuelta.
Nuestro paraíso en la actualidad disfruta de luces y sombras, llámenme enteradita, pero me gusta el turismo de calidad, que al margen del sol viene buscando cultura, historia, arte, gastronomía, biodiversidad y que, además, esté dispuesto a pagar generosamente por ello.
Calidad, que no cantidad, debería ser la premisa de un destino que pretendemos sea idílico y en donde el limitado espacio juega un papel fundamental a la hora de decantarnos por la estrategia a seguir.
Como premisas, exigir una estética que admita una variedad que marine entre sí con gusto y represente nuestro carácter isleño. Ofrecer servicios basados en la calidad y que se complementen.
Reconocer la limitación de nuestros recursos naturales, invertir en progreso y tecnología que permitan conservar y maximizar los mismos. Elaborar un plan a largo plazo, en vez de aplicar pequeñas chapuzas que eliminen el marrón, de manera temporal, al político de turno.
Hagamos las maletas, pues, que las fechas acompañan y a tirar con descaro de los “copia y pega”, que Canarias bien lo merece.