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Historias de monjas

La brava superiora, la monja repostera de Belorado, ya excomulgada, sigue en su convento si no ha salido en las últimas horas. Sor Isabel de la Trinidad y sus nueve monjas fieles, también excomulgadas, le siguen dando a la torrija y al bombón, delicias celebradas por sus numerosos clientes. El arzobispo de Burgos les ha dado mil plazos, pero ellas siguen erre que erre con su afición inmobiliaria, que es la que les ha llevado a la excomunión. Ahora les han prohibido que se vistan de clarisas, pero la brava Isabel se las sabe todas: el Derecho Canónico no las va a meter en la mazmorra y, mientras no usen, un suponer, el uniforme de la Meretérita (que diría Chiquito), pues nadie las puede castigar; si acaso, Dios. Bueno, pues por hablar de díscolos, el papa Francisco ha recuperado al rebelde George Ganswein, el arzobispo/protesta que fue prefecto de la Casa Pontificia y secretario de Benedicto XVI, y al que se le ocurrió escribir un libro contra el pontífice argentino. Francisco lo ha perdonado pero lo ha mandado de nuncio a Estonia, Lituania y Letonia, o sea lo que Rusia hacía (en Siberia) con los escritores que criticaban el comunismo. Lo ha sacado del nada que hacer en Alemania y lo ha enviado a los fríos países del Báltico. A lo mejor Francisco se enteró de que Ganswein, al que en el Vaticano llaman el Bello George, intentó impedir la renuncia de Benedicto XVI. Y no ha conseguido ser cardenal, aunque tiene tiempo. Sólo cuenta con 67 años y puede ser hasta papable, sobre todo si ingresa en el Sacro Colegio. Y, si no, que se haga capellán de Belorado y se ponga a hacer delicias de chocolate con sor Isabel de la Trinidad, vestida ya de lagarterana, ante la escasa posibilidad de seguir siendo clarisa.

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