El sistema electoral norteamericano procede de los primeros tiempos, de cuando desplazarse de una costa a otra llevaba varios días a caballo, en diligencia, primero y en ferrocarril después. El telégrafo y el teléfono son posteriores. En eso, a diferencia de nosotros, los Estados Unidos siguen la tradición anglosajona de respetar siempre la costumbre y los usos históricos. De modo que el sistema se basa en un conjunto predecible de actos electorales en fechas predeterminadas y fijas. Todas las elecciones se celebran cada dos años, el primer martes después del primer lunes de noviembre; la Asamblea se renueva completamente entonces, las elecciones presidenciales y de los gobernadores de los Estados se celebran cada dos períodos, cuatro años, y el Senado se renueva por tercios porque el mandato de los senadores es de seis años. Las instituciones europeas de la confianza y la censura no existen, así como tampoco la posibilidad de disolver las Cámaras y adelantar las elecciones.
El bipartidismo es estricto porque solo dos partidos tienen la posibilidad de desempeñar las instituciones, aunque existen otros que, en muy pocas ocasiones, ocupan algún puesto bajo sus siglas o como independientes. La campaña electoral para las presidenciales se celebra Estado a Estado por los candidatos de los dos partidos y cada Estado elige un número de delegados o compromisarios proporcional a su población; en el verano anterior a las elecciones, esos delegados se reúnen en Washington y eligen a su candidato, que después elige libremente al candidato a la vicepresidencia que le acompañará en el que denominan ticket electoral.
A pesar del éxito de Kamala Harris como primera mujer, primera afroamericana y primera asiático-americana en ocupar el cargo de vicepresidenta, muchos demócratas también han expresado importantes críticas a su capacidad para asumir la presidencia. Las críticas van desde su falta de experiencia y liderazgo hasta su escasa capacidad de comunicación, pasando por su lentitud a la hora de afrontar las crisis. Kamala tiene un currículum impresionante como exfiscal general de California y senadora por ese Estado, pero, para muchos demócratas, no ha impulsado con más fuerza el Nuevo Pacto Verde y la sanidad para todos, aunque los republicanos la critican por todo lo contrario. Muchos han criticado también la tendencia de Harris a evitar las preguntas difíciles y a dar respuestas que, a menudo, se consideran vagas o evasivas.
Pues bien, Biden ya tenía el número de delegados necesario para ser proclamado candidato en la reunión demócrata, por lo que era necesaria su renuncia expresa. Y, afortunadamente, el ticket que incluía a Kamala ya estaba decidido. A pesar de las reticencias de los pesos pesados del partido, dejar en libertad a los delegados para elegir un nuevo candidato, sin tiempo para articular una candidatura creíble, condenaría a los demócratas.
Según todas las encuestas, con Biden Kamala le hubiera acompañado en la derrota, pero tras su metamorfosis, en su nuevo papel de portadora del pensamiento único, al margen de sus capacidades políticas, el ser mujer, afroamericana, defensora del aborto y de los derechos de los colectivos homosexuales frente a un hombre como Trump la convierten, por primera vez en la campaña electoral, en una firme candidata a la victoria.