Por Juanra Álvarez Pérez. | La felicidad se ha convertido en un plan obligatorio de rabiosa actualidad. Parece una necesidad imperiosa de la sociedad en la que vivimos.
Aspirar a la felicidad es bueno. Lo venimos haciendo desde siempre. Pero debemos tener una dosis de realidad y entender que no podemos experimentar un estado de felicidad permanente.
Ya nos avisaba Aristóteles con su filosofía, donde consideraba la felicidad como el bien supremo y el fin más significativo de las personas. Para este pensador era la máxima aspiración humana y resultaba del todo posible lograrla conjugando los bienes externos, del cuerpo y del alma.
En este sentido, el concepto de “ser feliz” se convierte en un preciado valor que nos compromete con la vida y nos invita a realizar acciones comprometidas con dicho valor para cultivar y experimentar ese estado de bienestar.
Funcionamos en piloto automático
Si somos capaces de parar para vivir mejor, nos daríamos cuenta de lo torpe y poco inteligentes que estamos siendo, funcionando en piloto automático.
Vivimos tiempos muy complejos. Desde hace décadas los seres humanos estamos involucrados en problemáticas globales, como el exceso poblacional, el calentamiento climático, la escasez de recursos, las especies en extinción, los movimientos migratorios o las injustas desigualdades en la distribución de la riqueza, entre otras.
Estamos inmersos en la prisa y la inmediatez, y en una especie de pesimismo estructural que nos sumerge en un contexto lleno de inseguridades y adversidades, por lo que preferimos no escuchar las noticias diarias.
Por otro lado, las nuevas tecnologías y las redes sociales nos acercan a las personas que están lejos y nos alejan de las que están cerca. Una enorme contradicción que nos invita a la reflexión.
Vivimos al límite, posiblemente en el mejor momento de la historia de la humanidad con un progreso económico y tecnológico que nos permite disfrutar de más tiempo libre y, sin embargo, en muchas ocasiones atrapados/as por el desánimo y ocupados en desafíos, guerras y proyectos interminables.
¿De qué depende la felicidad a día de hoy?
Yo diría que gran parte de la felicidad se encuentra al otro lado del ruido mental y del miedo.
Comenzaría planteando tres artes indispensables para cultivar la felicidad: el darse cuenta, el no amargarse la vida y hacer las paces con la muerte.
Darnos cuenta de que con la agitación mental perdemos la paz interior, y está supresión nos conlleva a un incremento de los trastornos psicológicos y psiquiátricos como la depresión, la ansiedad, el insomnio y las conductas adictivas.
Y, a partir de aquí, ponemos como antídoto “la serenidad”, como primer mandamiento que nos compromete con la vida. Porque la felicidad es en estado, a ratos una emoción, no es algo estable. Por esta razón merece la pena entrenar y escoger el camino de la serenidad como forma de ser y de estar en este mundo.
“Piensa bien y te sentirás mejor”
Epicteto nos decía: “No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”.
Por otro lado, si percibimos que en los países desarrollados tenemos alimentos, cobijo y salud, y que esto puede ser suficiente para sentirnos felices, otro gallo nos cantaría. Si además, le añadimos que optamos a tener una educación digna, una familia equilibrada, un estado de protección social, una red de amistades, la posibilidad de viajar, etc., la felicidad aflora con los aspectos más básicos, cercanos y simples de la vida.
Aceptar que somos un granito de arena en el universo, que no somos tan importantes y entender que la enfermedad y la muerte forman parte de la vida, nos ahorraría mucho sufrimiento innecesario.
Otras circunstancias, valores y hábitos de vida que nos ayudarían en esa conquista de la felicidad: alimentación saludable, ejercicio físico acorde con la edad y condición individualizada, el descanso de calidad, la atención plena y autocompasión, las relaciones positivas, la generosidad, el sentido del humor, la curiosidad, hacer lo que te gusta y vaya en armonía con tus valores, la apreciación de la belleza, el trabajo y los proyectos alcanzables, la esperanza, el optimismo y darle sentido a tu vida.
”Qué felices seríamos si supiéramos lo felices que somos”.
* Psicólogo, master en Psicología Clínica y de la Salud, experto universitario en Mindfulness, Gestión Emocional, Psicología Positiva y Deportiva; colegiado 1.522 COP Santa Cruz de Tenerife con acreditación sanitaria.