tribuna

Un llamamiento global a la acción contra el Alzheimer

Por Rafael Castro y Rosi Socas

La enfermedad de Alzheimer (EA) es la principal causa de demencia en el mundo y septiembre es un momento importante para la reflexión y la acción. Cada 3,2 segundos, alguien en el mundo es diagnosticado con la EA. A escala mundial, más de 50 millones de personas se ven afectadas, una cifra que se prevé que aumentará a 139-150 millones para el año 2050. La enfermedad no sólo devasta a los pacientes, sino que también impone una enorme presión emocional y financiera a las familias y los cuidadores, quienes correrán un mayor riesgo de morir antes de tiempo debido a las cargas que conlleva el cuidado. Esto puede afectar directamente a 450 millones de personas. Y si tenemos en cuenta a quienes padecen la patología subyacente de la enfermedad, pero aún no han presentado síntomas, las cifras son aún más asombrosas: posiblemente, seis veces más altas. Por lo tanto, para mediados de siglo, podemos tener entre 500 y 750 millones de personas en alto riesgo. Se trata, pues, de una crisis sanitaria de una magnitud sin precedentes.

En la última década, se ha producido un cambio significativo hacia terapias modificadoras de la enfermedad (por ejemplo, con los medicamentos Lecanemab y Donanemab). Estas terapias representan un avance crucial y son históricas porque ralentizan la progresión real de la enfermedad, en lugar de simplemente controlar los síntomas. Nos llevó 117 años desde que el Dr. Alois Alzheimer identificó la enfermedad para llegar a este punto, lo que es casi inconcebible. Disponer de dos medicamentos que modifican el curso de la enfermedad es un enorme avance. Sin embargo, no la detienen, curan ni revierten. Estos medicamentos se están probando ahora en poblaciones presintomáticas, es decir, antes de que aparezcan los síntomas, cuando se están acumulando proteínas tóxicas como la beta-amiloide y la tau. Pero si pudiésemos introducir medicamentos en esta fase, sería posible aplazar los síntomas durante mucho tiempo, lo que permitirá a las personas vivir una vida sin síntomas.
Otro reto fundamental radica en la prevención. En este año, la comisión sobre demencia de la revista médica The Lancet aportó nuevas evidencias esperanzadoras sobre la prevención, la intervención y el cuidado de la demencia. Hay dos conclusiones importantes: 1) los factores de riesgo de la demencia se dan a lo largo de toda la vida; 2) hay un 55-60% de factores de riesgo que son desconocidos y un 40-45% de factores de riesgo que son modificables. Ahora hay pruebas sólidas de que abordar los numerosos factores de riesgo modificables de la demencia (es decir, menor educación, pérdida de audición, hipertensión, tabaquismo, obesidad, depresión, inactividad física, diabetes, consumo excesivo de alcohol, lesión cerebral traumática, contaminación del aire, aislamiento social, pérdida de visión no tratada y colesterol LDL alto) reduce el riesgo de desarrollar demencia en un 45%. Es decir, el 45% de la carga de la enfermedad es modificable a lo largo de la vida. Por lo tanto, las intervenciones activas a escala mundial pueden tener un impacto importante, de manera que un 45% de los casos futuros de demencia se pueden postergar o prevenir por completo. Sin embargo, el envejecimiento es la mayor amenaza para la salud humana en el mundo desarrollado. Aunque la esperanza de vida promedio ha aumentado drásticamente en los últimos 100 años, esto no ha estado acompañado de un aumento equivalente en la esperanza de vida saludable. La mayoría de las principales causas de mortalidad en los países desarrollados comparten un único factor de riesgo mayor, y no es cuánto comemos, bebemos, fumamos o hacemos ejercicio, es la edad. La EA, junto con muchas otras enfermedades crónicas, muestra un aumento exponencial del riesgo con la edad a lo largo de gran parte de la vida humana. Dado que la mayoría de estas enfermedades crónicas aparecen cuando el cuerpo envejece, ¿no tiene sentido suponer que comparten elementos comunes que deben combatirse? ¿Y no es eso equivalente a combatir-tratar el envejecimiento? En las últimas dos décadas, la investigación sobre los mecanismos moleculares del envejecimiento ha llevado a un cambio de paradigma hasta tal punto que ahora podemos decir que el envejecimiento no es un proceso inalterable. El enfoque alternativo para la prevención de enfermedades en las personas mayores se ha denominado el “dividendo de la longevidad”. Al retrasar el proceso de envejecimiento, debería ser posible atrasar todas las enfermedades relacionadas con la edad y la discapacidad, como la EA, en lugar de atacarlas una por una, que es el enfoque del actual proceso de desarrollo de fármacos basado en la enfermedad. Por lo tanto, cualquier beneficio del tratamiento y diagnóstico de una sola enfermedad en la esperanza de vida de las personas mayores es marginal. De esta manera, la investigación sobre el envejecimiento es la forma definitiva de medicina preventiva: si se puede ralentizar el ritmo del envejecimiento, entonces muchas de las enfermedades y deterioros de la función asociados con el envejecimiento deberían retrasarse simultáneamente.
Afortunadamente, la comprensión de los mecanismos moleculares del envejecimiento ha avanzado rápidamente en las últimas décadas. Las intervenciones que se dirigen a los mecanismos moleculares del envejecimiento tienen el potencial de aumentar tanto la esperanza de vida como la esperanza de vida saludable, que puede definirse como el período de vida libre de enfermedades crónicas y discapacidad. De hecho, la evidencia científica acumulada a partir de estudios realizados en diversos organismos y especies sugiere que la focalización del envejecimiento no sólo pospondrá las enfermedades crónicas, como el Alzheimer, sino que también evitará múltiples alteraciones metabólicas asociadas a la edad, al tiempo que prolongará la vida saludable. Actualmente, no existe una intervención antienvejecimiento ideal que pueda corregir, retardar o revertir el curso y/o la patología de la EA. Por lo tanto, serán necesarias varias intervenciones terapéuticas (optimizando el equilibrio entre sus efectos beneficiosos e indeseables) y nuevos enfoques de investigación en el envejecimiento para lograr el control de esta devastadora enfermedad.
La EA tiene un impacto personal en, quizás, la mitad de la población mundial. ¿Cómo podemos, entonces, no responder? ¿Cómo podemos no enfadarnos con esta enfermedad y exigir una mayor colaboración entre los gobiernos, los investigadores y la industria para abordar esta extraordinaria necesidad insatisfecha?

Hemos visto también inversiones masivas y respuestas globales en la lucha contra enfermedades infecciosas como el VIH/SIDA, la malaria y la polio, que han salvado innumerables vidas. Pero el Alzheimer está en camino de matar a muchas más personas y necesitamos el mismo nivel de colaboración y persistencia a escala mundial para combatirla. Desarrollamos nuevos medicamentos para suprimir o dejar en estado subyacente la patología del SIDA, permitiendo que las personas vivan vidas largas y saludables sin síntomas. Ese es un objetivo que todos deberíamos perseguir apasionadamente en lo que respecta al Alzheimer. Es decir, intervenir a tiempo para prevenir los síntomas es el camino que tendrá que tomarse en los próximos años.
Los gobiernos, las industrias, las instituciones académicas y las autoridades de salud pública de todo el mundo deben centrarse urgentemente en la investigación en biología del envejecimiento, en las intervenciones y en la reducción del riesgo de sufrir demencia en el futuro.

*Rafael Castro Fuentes. Fisiólogo y
neurobiólogo académico de la Real Academia de Medicina de Canarias
*Rosy Socas Pérez. Doctora en Neurociencia Cognitiva y Educación.Logopeda del Complejo Hospitalario Universitario de Canarias

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