después del paréntesis

La visita

Siempre se adujo que en un Estado, y más si es un Estado discontinuo, lo que fija los valores máximos de la política es la reciprocidad entre sus representantes, la del gobierno general y la de las otras naciones que lo conforman. Y ello ha de precisarse lejos de las condiciones partidistas que designan a los gestores en uno y otro lugar. Porque lo que depara ese designio es la constancia que ha de anunciarse: todos en la misma garantía, Texas en Texas pero EE.UU., Galicia en Galicia pero España. Ahora bien, aquí se dan a la estampa algunas reacciones que ponen en “solfa” esa condición a la par de inquebrantable en otros países de más tradición al respecto que la propia (EE.UU. o Alemania, pongamos por caso).

Así, en Canarias, el presidente de nuestro gobierno cuestiona los principios sobre la migración del gobierno de Pedro Sánchez en beneficio propio (ellos con pactos con el PP, Sánchez socialista) y se enfrenta a la inquietud dicha que aportó preocupaciones y cantidades dinerarias importantes. De donde la conciliación razonada se da de narices con la mentada mediación ideológica: yo fuera de tu territorio, yo contra tu territorio con mayor o menor ejército. Y eso ocurre con la adusta, siempre sentenciosa y a la par aguerrida doña Isabel Díaz Ayudo, la presidenta de Madrid, que no asiste a la convocatoria del presidente de España para compartir cuestiones clave de las relaciones entre el Estado y las autonomías, como la financiación y el tipo de financiación a aplicar que será determinante para el futuro. ¿Por qué? Se atisban dos provechos a la causa conforme manifiesta la antedicha: lo que dice y lo que se confirma. Lo que dice es una absoluta necedad: no va por los pactos del PSOE con los separatistas catalanes. Ha de admitirse entonces que los causantes de semejante reserva son ERC y Junts.

Y lo que aduce valor a su juicio no es lo que homologa a tales partidos, uno con el que el PP no ha pactado y otro con el que al PP no le importará pactar por cercanía, eso no, sino lo que ratifica el rigor: el centralismo posfranquista de la aludida. Y contra eso no solo va el gobierno sino el espíritu nacional. Luego, no ir no condiciona al gobierno, sino a ella (¡pobrecito de su novio!); y a ella no tanto por lo que predice, sino por lo que los pactos son: mantienen a Sánchez en el poder (esos que lo creen concluido) y han ganado en Cataluña (lo tan lejos que están). Semejante constatación, digo, no condiciona la visita, se alza en la grupa de semejante grupo electoral (PP junto a Vox): gobernar, en Madrid, en el estado, y gobernar ya, ya, ya. Tal cosa asegura la situación dicha de nuestro presidente de gobierno y tal cosa descubre la sra. Ayuso; lo otro es una broma ridícula.

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