después del paréntesis

Violencia

Una de las cosas más terribles contra la que los humanos nos hemos topado a lo largo de la historia es la violencia. Así lo sufrimos con la destrucción del mundo pre-americano y la erradicación del 70% de los llamados “indios” que allí vivían; esos que aplicaban sus conocimientos y por infieles y salvajes fueron ninguneados o esclavizados. Y tal cosa apreciamos ahora por la petulancia de un tal Putin o por el enfrentamiento desigual entre Israel y sus contrarios que cuenta ya con más de 42.000 muertos. Pero lo que no atina a retener nuestro entendimiento es la crueldad indiscriminada.

Por más que sea cierto que esa es una marca de la especie, frente a los animales o las fieras que siempre matan con razón. Nosotros no, o a las mujeres porque son propiedad exclusiva del asesino o a los hijos por venganza o a los padres porque no los satisfacen en la compra de drogas… Eso somos, se dirá, y es cierto. Lo indiscriminado, incomprensible, brutal, funesto, lo que está fuera de lógica, fuera de la razón nos confirma. Y hay un territorio de este mundo en el que esa fatalidad se sube a la cota más alta de cuantas los mortales conocemos. Se dio al punto esta historia desde los días en los que los mexicanos habrían de acabar con los indios del norte o desde los días en los que habrían de enfrentarse a los “gringos”, que lo hicieron (y perdieron), divino Cormac McCarthy en “Meridiano de sangre”. Y resolvió la Revolución como la resolvió. Y en los tiempos presentes anda enredada con el narcotráfico, los grupos enfrentados por las drogas, los ciudadanos que andan cerca de su control o los que están lejos y se oponen y han de ser liquidados. Eso ocurre con los periodistas, con asesinatos récores, u ocurre con artistas que no dicen lo que habrían de decir (por ejemplo, la cantante que amaneció colgada del cuello bajo un puente). Y lo que señala el castigo es que en México toda diferencia se arregla con “plomo”, no con palabras.

Por ejemplo, la familia tal rival de. El arreglo, un grupo armado hasta los dientes irrumpe en la casa central en la que se celebra un cumpleaños y ni un solo superviviente, ni viejos, ni jóvenes, ni mujeres, ni niños. Tal cosa proclama, para que se entienda, la siniestra muerte del alcalde de Chilpancingo una semana después de tomar posesión del cargo. ¿Qué?, ¿sustancia política fuera de las elecciones? El horror. Alguien contrario a su ideología del PRI y a lo que pudiera acaecer con su mandato decidió, y decidió de manera atroz. No solo matarlo sino la manifestación extrema de la aberración: le separaron la cabeza del tronco y el cuerpo apareció acribillado en el suelo y la dicha cabeza (que contiene el cerebro y la expresión) sobre una vieja camioneta aparcada. Signo infausto del espanto, eso que nos persigue a los nacidos.

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