Siempre ocurre en el sur. Lo que es el límite bajo de Europa salió del mar por explosiones volcánicas y dio ocho islas, con unos cuantos islotes más, y se nombró Afortunadas o Islas de los Bienaventurados. Allí, el revés del Tártaro, por ser el lugar verde, florido, de permanente sol y donde los héroes y las almas encontraban el descanso eterno. Así configuró la mitología clásica lo que fuimos. Y lo que somos salió del movimiento bereber hasta sus costas y la ambición expansionista de España desde 1402 a 1496. Entonces nos convirtieron en otros, un territorio de África que no cree ser África y que se encuentra a 1.500 kilómetros de la costa que nos redime. Los científicos nombran el mundo por lo que es y por lo que fue. Se supone que la creación dispuso los elementos en la superficie del planeta: el mar, que lo cubre en más del 70%, y la tierra. Y esa desproporción sentencia: en el principio de los tiempos, todos los continentes unidos, un solo continente. De lo cual se sucedió el prodigio: la separación y, con ello, lo que ha convocado a los nacidos siempre: conocer, descubrir. Por ejemplo, a finales del siglo XV, la tierra escondida, esa isla tan grande que alcanza desde el Polo Norte hasta el Polo Sur y que los avisados llamaron, en favor de su colonialismo e imperialismo, América. Pero lo que los dichos científicos arman con estudios fidedignos ahora es que los movimientos tectónicos andan al revés, es decir, que el único que fue volverá a ser único. Y otra vez el sur al alcance. Lo que la historia asignó como fidedigno fue que los árabes se asentaran en Al-Ándalus por más de diez siglos. Hasta que la dotada reina del renacimiento se impuso crear el primer Estado de Europa y se animó con lo que eufemísticamente llamó “reconquista”. Eso es lo que volverá a resurgir. Porque el primer choque se avendrá entre la zona del mundo que envía migrantes al otro norte rico, y el sur de la promisión. O lo que es lo mismo, las Canarias serán atraídas por la costa y nos situaremos entre la divisoria del Sahara y Marruecos. De lo que se deduce que lo aprendido, asumido y defendido de lo lejano (desde la lengua a los libros) allí comenzará a oponer otro rigor. Pero es que, según esa pugna, Marruecos, una parte de Argelia y la contigua España chocarán y se unirán. Lo cual determina que los enfrentamientos (culturales, de civilización o económicos) se escribirán con otras letras. ¿Dónde el confín, se proclamará? ¿Qué condicionará la continuidad? ¿El que los blanquitos continúen siendo blanquitos o que los límites serán proclamados por Cristo y no por Mahoma? No lo veremos de inmediato, pero eso queda. Los manipuladores, plenipotenciarios y sátrapas tendrán trabajo. Aunque lo pensara el Divino Hacedor: no somos tan diferentes; ni siquiera los continentes cuando se resuelva el ocaso.