Antonio Salgado Pérez.| La mayoría estábamos a punto de celebrar nuestras bodas de platino. Y, ya hace algunos años, y a la altura del kilómetro 24 de la carretera de La Esperanza, nos colocamos en la cuneta, nos apartamos de la cinta asfáltica, que muchas veces intoxica, embrutece y ciega, y guiados por la juventud y el entusiasmo de Padrón Hernández de “Canarias Trekking” íbamos a recorrer el denominado “Paseo por las Nubes”, con una duración aproximada de 5 horas –que se convirtieron en 6– y con una dificultad catalogada de media.
Y a las ocho de la mañana comenzó aquella experiencia que luego resultó auténticamente inolvidable. Los “senderos turísticos” fueron ideados hace ya varios años para ofrecernos esa necesidad tan vital como es disfrutar paseando y exhibir un recurso tan natural, tan importante como son nuestros bosques, nuestros campos, nuestros caseríos y nuestras gentes. Para disfrutar de un aire puro sin contaminar, de un suelo con toda capacidad productiva, de una flora autóctona, donde bellos ejemplares arbóreos hacen del paseo algo inenarrable.
Y por aquellos senderos, por aquellas pistas, por aquellos caminos donde no había “piche” ni “fotingos” por ningún lado, fuimos extasiándonos con la increíble soledad de nuestras tupidas masas forestales; con aquel sonido tan especial que le otorgaba la brisa en aquellas cumbres de Santa Úrsula, por aquel entonces insólitamente resecas por una sequía de escalofrío, que sólo se apreciaba en el suelo, pero jamás en las frondosas ramas. En aquel primer tramo, donde el pinzón nos brindó sus trinos, la excursión discurrió por un terreno llano con un ligero descenso, bajo monte de pinar. Y festoneando nuestra trayectoria, el codeso, los verodes, el alhelí de monte, la sideritis, el tagasate… Después, entre fuentes naturales, y tras un ligero ascenso, las cumbres de La Orotava, donde nos sumergimos en bosquetes de laurisilva y pudimos admirar –con la experiencia del guía– especies tan emblemáticas como el laurel, la cresta de gallo, el acebiño, el follao, el geranio canario… Y en el descenso hacia la zona de Aguamansa, entre inmejorables vistas de la comarca, tres franjas de vegetación muy definidas, donde surgía, entre otras especies, el tajinaste, que parecía encandilado ante aquel hermoso cuadro de colores desplegados por la infinidad de castaños que, con el ocre de sus hojas, creaba un ambiente muy otoñal. Y al final de este indescriptible “Paseo por las Nubes”, y como preludio vegetal, la contemplación de uno de los castaños más longevos del Viejo Continente, de descomunal tronco y espectacular copa. Y entre aquella sinfonía de colores, y en una acogedora casa rural, leña, llama, piscolabis y alegría.
Insistimos: la mayoría de los senderistas sobrepasábamos, y con creces, las mencionadas bodas de platino. Y podemos asegurarles que después de seis horas, subiendo y bajando, pisando pinocha, tierra y piedrecillas, el cansancio y la fatiga se olvidan, casi por completo, ante la contemplación de este paraíso que poseemos en nuestros campos y en nuestros bosques, ahora mostrados por Padrón Hernández y la risueña Begoña, siempre en la retaguardia, ángel tutelar para los rezagados. Ni una torcedura, ni un esguince. Eso sí, como medida preventiva, el consejo de la emprendedora Conchita: frotaciones con alcohol de romero en los gemelos…
*Miembro de la Tertulia Amigos del 25 de Julio