despuÉs del parÉntesis

Las palabras

Las palabras dicen los sucesos y las cosas, proclamó el excelso Backup Mugic, y el mundo es por el verbo y los seres también. Tal aserto constató en el Concilio supremo que lo agasajaba, encabezado por los más dignos representantes de los gobiernos, de las iglesias y de todas las escuelas de pensamiento conocidas. Por lo cual, se expandió en dogma: sin palabra el mundo no existe y los seres de la especie tampoco. Mas ahí se acunaba en la sombra el grande Arseni Farsali para responder; el hombre más probo y excelente de cuantas potestades se mueven por este orbe; ilustre en sabiduría, pues todos los libros caben en su arrojo, en destreza, inteligencia y tesón. El divino Arseni Farsali se encaró a lo que llamó falacia y lo hizo por constatación. Confirmó, en la junta que lo acogió frente al mago Backup Mugic, que la esencia está en el ser, no en lo que nombra al ser; jamás la esencia se sustituye. Porque, infirió, lo que nombra al ser o al cosmos es una artimaña de la traslación, una otra forma de nombrar por mudanza la forma exacta. Eso es lo que hace la palabra, constató, sustituir. La función de la cosa está sellada en la cosa. De lo cual ha de deducirse que mi discurso revoca, o auxilia, o explica aunque no es, que mi arenga convence aunque se pierda entre las hojas del rocío y el clarear de la tarde, que se disipe en este aposento maestro, con claras columnas, precisos muebles, alfombras repujadas y los caros lienzos que nos representan y en los que ya no nos reconocemos. Nada es igual a lo que lo simboliza. El simulacro es un engaño. Luego, preguntó, ¿qué constatar? Frente a eso que el maestro Backup Mugic llama palabra, ha de aceptarse y hemos de arrodillarnos ante la certidumbre de que el Universo no aplasta sino que fortalece, que el todo nos sostiene y ayuda a vivir, a morir y a transformarnos. Y nada de lo que ratifica la ingénita función, se confirma por la voz, concluyó el admirable Arseni Farsali, es ser, todo es acto. La asamblea no reconvino el ardor, no se oyó en contra del discurso expuesto palabra alguna adecuada o inadecuada, no se probó insulto o se tentó disgusto por el brío. Pero tres días después de la intratable plática ante el Concilio, Arseni Farsali amaneció clavado muerto en una cruz leñosa ante un fuego esplendente. Un letrero clavaba en el pie los signos “este fui”. En las proclamas del entierro, en el que nunca se interpretó si fue crimen o fue justicia lo que se llevó del mundo al sabio Arseni Farsali, el ingente hechicero Backup Mugic formuló el registro de la prueba: una frase faltó de las que dije, manifestó: las palabras matan.

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