El pasado día 10, se constató la discordia de Venezuela: Maduro tomó posesión. Después de, según los indicios, unas elecciones amañadas, fraudulentas y un poder judicial a la medida que dio la victoria a quien se la hubo de dar. Así cantan los albaceas de la democracia. Pero, allí, esas instancias se cuentan por otra lógica, incluso aplastante. Ese país transitó durante decenios los caminos de la segregación partidaria y del poder, no exentos de corrupción. Así ocurrió desde finales de los cincuenta con AD (Acción Democrática) y el social cristiano COPEI. La historia se repitió con esos signos, signos que siempre favorecieron a las clases pudientes, hasta bien entrado el siglo. De manera que, como ocurrió en otras partes de América (en algunos casos para la ignominia, como la Chile de Allende), algo habría de moverse. Y se movió con un modelo (la Cuba de Fidel Castro). El militar proto dictador Hugo Chávez se desplazó y alcanzó el poder en 1999 hasta su fallecimiento en 2013. ¿Qué ocurría? Que habrían de cambiar los registros. Y ese salto sería revolucionario: las clases populares en la órbita del movimiento. Y quienes dan por ganadas las elecciones con papeletas son esas clases, no los pudientes que siempre tienen más (muchísimo más) pero que son los menos (muchísimo menos). Ese fue el ideario y la contribución de Chávez contra lo resolutivo de AD y COPEI; tal cosa era lo fidedigno y, en una democracia marcada, señalada, habría de ser duradero. Así ocurrió. Tanto que todos los registros de la izquierda venezolana se sumaron. Entre ellos, el Partido Comunista, que entró a formar parte activa del gobierno en sectores específicos: de producción, de reparto, de bienes sociales, de sanidad, de enseñanza… O lo que es lo mismo, el giro, la absoluta necesidad de clausurar la desmesura es quien creo la alternativa y quien sentenció que la alternativa fuera irrebatible. De manera que el gran mecenas de la trama enfermó y murió. Mas la intriga no quedaría ahí, la intriga fabrica: Nicolas Maduro. Que sigue con la misma actitud, el mismo programa y se gana los votos que se ganó Chávez. Hasta (al parecer) las elecciones pasadas. Que en sentencia, se confirma, no pueden cercenar el proyecto; imposible, no han de volverse atrás consagrando a la derecha de nuevo para regresar a las andadas. Eso es Maduro. De manera que, ante la toma de posesión, los allegados a la sensatez se mueven. EEUU designa sucesor al opositor Edmundo González, exiliado en España, y en espera de la vuelta. Y Europa se niega a asistir al acto, frente a lo que hará con Trump. ¿Eso restaña las heridas? Eso informa de la perversión. Los países consagrados en democracia no pueden negar la lógica. Habrían de haber luchado todos (EEUU y Europa) para que el descalabro no se instalara allí, como en otros predios encontrados. De modo que eso es lo que queda.
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