después del paréntesis

Dos anécdotas

Contaré dos anécdotas de Borges: En el año 1979, a los miembros del jurado del Premio Cervantes no se les ocurrió otra idea que, en honor de las negativas del Nóbel a lo largo de los años, reconocer por igual el genio de Jorge Luis Borges y la ordinariez de Gerardo Diego. Premio “ex aequo”. Visto lo visto, a alguien de cultura se le ocurrió que sería bueno que don Gerardo se adelantara a recibir a su compañero de honores en el desembarco del avión. De ese modo ocurrió: quien lo esperaba se acercó al escritor ciego y le dijo: “Bienvenido a España, don José Luis; soy Gerardo, Gerardo Diego”. A lo cual Borges respondió, socarronamente: “Perdone, señor, pero debe usted aclararme una cosa porque no entiendo: ¿es usted Gerardo o es usted Diego?”. Un modo eficaz de subrayar la ignorancia, hacer entender al supuesto especialista que los acompañaba el modelo inmerecido de la concesión, él, el escritor dueño de libros sublimes como “Ficciones”, “El Aleph” o “El Hacedor”, frente a otro que no le llega ni a la suela de sus zapatos. Se tiene esta anécdota por una de las maldades de Borges, pero es muy simple esa conclusión; habrá de explicarse el alcance de sus palabras y su intencionalidad. Borges casi nunca olvidó; Borges conoció a Gerardo Diego en Madrid en el año 1920; y quiso decirle a Gerardo Diego que él defendía una cosa: el desacuerdo, su literatura y su ingenio no están a la altura del distinto, para desmedro del jurado. Si algo procuró Borges en toda su existencia es no engañar, fundirse en la verdad, aunque por su persistencia lo pasara mal unas veces o lo relegaran al territorio más insospechado de las anacronías ideológicas. Fundar el mundo y el pensamiento con palabras no es confundirlo y llevar a la pérdida al lector, peor. La otra anécdota española de Borges es asimismo exclamativa. Lo invitaron a la Universidad Autónoma de Barcelona a que el maestro pronunciara una conferencia, dado un viaje que hacía por Europa y otra vez paró en la Ciudad Condal. Lo hizo; una pequeña charla, como siempre, a la par de improvisada, a la que seguiría un coloquio y en el que respondería a las preguntas del público y de los interesados. Así ocurrió. Varias cuestiones más o menos sagaces sobre literatura y los gustos. Hasta que de las filas un chico (sin duda independentista) pretendió ser taxativo: “Maestro”, preguntó, “¿que opina usted del catalán?”. A lo que Borges respondió: “Yo no sé nada del catalán, señor, pero de lenguas si estoy seguro de una cosa: en un futuro cercano la humanidad solo conocerá dos idiomas: el inglés y el mero castellano”. Borges, que en una época de su vida fue un furibundo nacionalista, ahora lo remató: no ande usted con imbecilidades y subterfugios, joven, piénsese en lo universal, no en lo raquítico. Buena lección de Borges para los que nos han de representar en este mundo.

TE PUEDE INTERESAR