tribuna

Un hombre bueno. Un líder

Nadie piensa igual toda la vida. Nadie siente lo mismo en la juventud que en la madurez. Los seres humanos son ríos que nacen como un torrente en las montañas y mueren plácidamente en el mar. Pero hay algunas personas, de una talla excepcional, donde es posible encontrar una línea que da sentido a toda su evolución vital y pública.

Manuel Hermoso es uno de ellos. Una persona marcada por el pueblo del que siempre se sintió parte. Fue sin duda el mejor alcalde de Santa Cruz. Y el mejor presidente de Canarias. Lo fue no solo porque haya sido un hombre bueno, con una extraordinaria personalidad abierta al diálogo y la tolerancia, sino porque entendió la vida pública como una prolongación de la voluntad de la gente de la que siempre quiso estar tan cerca. Porque les escuchaba. Porque se hacía eco de su pensamiento y de sus esperanzas.

Fue el primer alcalde democrático pero, además, lo fue en todo el amplio sentido de esa palabra. Abrió las puertas del ayuntamiento a los vecinos y convirtió a las asociaciones en sus aliadas y sus cómplices en la construcción de un nuevo Santa Cruz. Miró a donde nadie había mirado nunca, a los barrios, entendiendo que eran el corazón de la Capital con la que soñaba. Y también fue capaz de entender el peso de las Islas en la vida de Canarias, articulando un proyecto de fuerzas independientes que representaban cada una de esas voluntades para construir más tarde, sobre ellas, lo que se ha convertido en un nuevo nacionalismo canario.

Con él y la gente que se sumó a ese sueño, surgió la voz de Canarias Y la fuerza de Canarias. El deseo de que esta tierra lejana fuera escuchada y comprendida en Madrid y en Europa. Como ya había exigido muchos años atrás, desde el momento mismo del principio de su vida política. Desde la moderación, desde el diálogo, rehuyendo el sectarismo y el enfrentamiento. Pero con toda la firmeza y toda la convicción.

Manuel Hermoso respetó y fue respetado por sus adversarios políticos. Porque su vida pública estuvo marcada por la honestidad personal e intelectual. Perteneció a una generación que hizo posible, desde todas las opciones, el juego limpio y la construcción de unas libertades que nos hicieron mejores. Una generación que entendió el buen gobierno de la gente como una carrera de relevos, en donde se trataba de recibir y mejorar lo que otros habían hecho antes que tu. Esa generación que construyó esta Canarias que hoy vivimos.

El proyecto que lideró Manuel Hermoso consiguió hacer llegar diputados de obediencia canaria al Congreso de los Diputados, donde se empezó a hacer valer el papel de las Islas y se escuchó la voz de esta tierra. Supo unir las distintas sensibilidades y sentimientos de las islas que entendieron que la unión de los más débiles es su única fortaleza. Defendió nuestro régimen fiscal especial en Madrid y en Europa. Y, sobre todo, hizo creer a todos que en esta tierra puede existir un pueblo unido, por encima del mar y de sus diferencias, capaz de defender sus intereses comunes.

Manuel Hermoso no ha muerto para quienes somos herederos de su vida y su ejemplo. Manolo vive en cada cosa que hacemos y soñamos para este pueblo al que tanto quiso. Hemos perdido su voz, aún lúcida, pero no su presencia y su espíritu. Compartimos el dolor de su familia, pero tenemos el consuelo de saber que tenía razón quien dijo que una Canarias mejor era posible. Y aún lo es.

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