de remplón

Jon Fosse da pistas en ‘Blancura’

No hace falta tener fe para ejercer el bien, según mantienen con mucho criterio quienes huyen de planteamientos metafísicos mareantes. La fe no es necesaria para distinguir el bien y el mal y dejar de jeringar al prójimo, ni siquiera para pensar que existe una entidad superior a nuestra condición humana; sin embargo, realizamos constantes actos de fe cuando nos abandonamos en las manos de los demás. Por ejemplo, esto sucede cuando nos ponen un cortado de leche y leche, y el personal limpia el apéndice calentador de la máquina con un paño que vaya usted a saber si fue propiedad de Hernán Cortés. Y, a pesar de todo, nos tomamos el cortado con sumo gusto. Por eso me quedo haciendo cruces cuando Jon Fosse, Premio Nobel de Literatura 2023, se abre en canal y nos habla de una manifestación tan íntima en Misterio y fe, un libro de reciente aparición.

El teólogo Eskil Skjeldal mantiene una conversación muy entretenida con el escritor noruego, que confiesa haber experimentado algunos destellos místicos. A Fosse se le veía venir, daba pistas. Me llamaron la atención, en primera instancia, unas declaraciones al periódico El País poco antes de recibir el Nobel: “Prefiero vivir de la manera más aburrida posible”. Lo remarca, igualmente, en la charla con el mencionado teólogo como si fuera un decálogo de vida, cuando dice que rechaza todas las invitaciones que recibe para estrenos, actos y lecturas, y que trata de vivir tan despacio y apacible como puede, en compañía de su familia.

A partir de ahí, me picó la curiosidad y quise conocer algo de su extensa obra. Me compré Blancura y Melancolía. Los libros tenían todavía el aroma de lo nuevo. En Blancura, Jon Fosse da muestras de que estamos ante una novela sencilla en apariencia, escrita con la maestría de alguien que sabe lo que tiene entre manos. Y ha sido una de las pocas veces que la intuición no me ha engañado. Lo que pudiera interpretarse como ficción en el relato, me pareció que no lo era; porque en Blancura pueden rastrearse los cimientos espirituales del autor, y una fe firme como el Roque de los Dos Hermanos.

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