Todo se va asentando mientras se avanza hacia una paz duradera en las negociaciones entre Israel y Hamás, en Egipto, para llevar a cabo el plan de Trump. La prensa ha dejado de hablar de la flotilla salvo para hacer un recopilatorio de insultos a Ada Colau, Greta Thunberg y Ana Alcalde en las redes, que son la expresión del machismo más condenable. Hay que destacar en El País dos artículos, el de Antonio Pita y el de Eva Illouz, que reconvienen la situación a una crítica a los crueles atentados del 7 de octubre y al posicionamiento de dos izquierdas en una situación que preconiza un cambio en el mundo, sobre todo por el debilitamiento de la influencia de Irán en el terrorismo islamista y el cierre de filas de los países árabes en favor de la paz. Parece que los tambores de guerra siguen estando en las posiciones radicales de los enemigos del mundo occidental dentro del propio Occidente. El artículo de Antonio Pita es estremecedor, relatando algo que se suponía olvidado, la masacre del 7 de octubre, donde entraron en los kibutz miles de milicianos para degollar niños y violar mujeres sacándolos de los cuartos donde se habían encerrado víctimas del terror. Illuz añade que este odio desencadenado sin orden ni cuartel se ha ido retroalimentando con otro odio externo que ha terminado creando un ambiente insoportable. Un odio contagioso que provoca que el activismo muerda con la única arma que le otorga su actuación supuestamente pacífica. El odio no se puede eliminar con más odio, y menos haciendo crítica de los intentos de pacificación por estar en manos de alguien a quien también se odia. Ahora vuelve la calma aunque nadie se fía de que el resultado final sea satisfactorio. Buena parte del conflicto está resuelto si los países del entorno concluyen que hay que acabar con él. Se habla mucho de que los dirigentes políticos y los activistas no se enternecen por lo que ocurre en otros lugares y han tomado el pañuelo palestino como el símbolo de una revolución. Esto lleva muchos años siendo así y la causa de ese pueblo se ha apoderado de una izquierda huérfana desde la caída del muro de Berlín, donde curiosamente surgen los mayores movimientos de la extrema derecha. No creo que algún representante de la socialdemocracia se haya enrolado en los barquitos que llevaban a la Juana de Arco sueca a las costas de Israel, en una acción provocadora cuando la paz ya estaba sobre la mesa. A lo más que han llegado es a enviar una fragata de apoyo para que no se diga, y ahora ha anunciar medidas de protesta por los malos tratos recibidos en las escasas horas que han estado detenidos los tripulantes y las tripulantas. Las calles de España se han llenado de gente que iba de buena fe a protestar por la barbarie. Si les hubieran proyectado las imágenes de la del 7 de octubre habrían acudido igual. No hay que confundir el buen corazón de los ciudadanos con los cálculos de la propaganda política. Sé perfectamente que esto que escribo hoy va a escocer a más de uno. Les recomiendo que lean el artículo de Antonio Pita y de Eva Illouz y verán que lo que digo es inocente comparado con lo que allí se vierte.
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