En Canarias una amenaza de bomba a bordo de un vuelo comercial con destino al archipiélago canario desató el pánico entre pasajeros y tripulación en la tarde de este martes. El incidente, que activó los protocolos de emergencia en tierra y en el aire, obligó al piloto a desviar la ruta y solicitar un aterrizaje de emergencia, ante el temor de que pudiera tratarse de un ataque planificado o una amenaza real.
El avión, que cubría una ruta regular entre una ciudad europea y las Islas Canarias, recibió la alerta poco después del despegue, cuando ya se encontraba en espacio aéreo internacional. Según fuentes aeroportuarias y de la Guardia Civil, el aviso de bomba en avión a Canarias llegó a través de una llamada anónima que alertaba sobre la supuesta colocación de un artefacto explosivo en el interior del aparato.
La tripulación, siguiendo estrictamente el protocolo internacional para amenazas de esta naturaleza, informó de inmediato a la torre de control y decidió iniciar el procedimiento de desvío hacia el aeropuerto seguro más cercano, que en este caso fue el aeropuerto de Lisboa. Las autoridades portuguesas, en coordinación con sus homólogas españolas, activaron el protocolo antiterrorista y movilizaron a los equipos TEDAX (Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos), bomberos y efectivos del Ejército.
El aviso de bomba en avión a Canarias genera alarma y reacción coordinada
El avión, que transportaba a más de 180 pasajeros, aterrizó de forma segura en la pista de emergencia, donde fue recibido por un impresionante despliegue de seguridad. Los pasajeros fueron evacuados uno a uno, dejando todos sus objetos personales a bordo para permitir una revisión exhaustiva del interior del aparato.
Durante más de tres horas, los equipos de desactivación de explosivos inspeccionaron cada rincón de la aeronave, mientras que los pasajeros fueron trasladados a una zona segura del aeropuerto, donde recibieron atención psicológica y asistencia por parte del personal de la aerolínea. Afortunadamente, no se encontró ningún artefacto explosivo y las autoridades calificaron el suceso como una «falsa alarma grave», aunque no por ello exenta de consecuencias.
La investigación, que ya ha sido asumida por los servicios de inteligencia y seguridad del Estado español, se centra ahora en identificar al autor de la amenaza. Las primeras hipótesis apuntan a una llamada desde una cabina telefónica en territorio europeo, lo que complica el rastreo. Sin embargo, ya se han solicitado imágenes de videovigilancia y registros de llamadas para tratar de identificar al responsable.
Este nuevo aviso de bomba en avión a Canarias se suma a una preocupante tendencia de amenazas falsas que en los últimos meses han afectado a vuelos comerciales en varios puntos de Europa. Aunque la mayoría resultan ser falsos avisos, las autoridades no se permiten margen de error y deben activar todos los recursos disponibles cada vez que una alerta de este tipo se recibe.
El Gobierno de Canarias ha mostrado su preocupación por el incidente y ha agradecido la rápida reacción de la tripulación y de las autoridades portuguesas, destacando la «coordinación ejemplar» entre los cuerpos de seguridad. El portavoz del Ejecutivo autonómico recordó que “la seguridad de los pasajeros es siempre prioritaria, y aunque haya sido una falsa alarma, este tipo de amenazas deben ser perseguidas con contundencia”.
Los pasajeros, que finalmente fueron reubicados en otro vuelo con destino al archipiélago de Canarias, expresaron una mezcla de miedo, alivio y frustración por lo ocurrido. Algunos relataron que durante los primeros minutos tras el anuncio del capitán se vivieron escenas de tensión, rezos, lágrimas y llamadas de emergencia a familiares. Sin embargo, la situación fue controlada gracias a la profesionalidad del personal de vuelo.
El aviso de bomba en avión a Canarias reabre el debate sobre la vulnerabilidad de los vuelos comerciales ante amenazas anónimas y la necesidad de reforzar los protocolos de detección preventiva. Aunque no se materializó en un atentado, el impacto psicológico, logístico y económico del incidente es incuestionable, dejando claro que la amenaza invisible sigue siendo uno de los mayores desafíos para la aviación moderna.