Un equipo internacional de astrónomos ha confirmado el hallazgo de GJ 251 c, un nuevo planeta situado a apenas 17 años luz del sistema solar y considerado uno de los mejores candidatos conocidos para albergar agua líquida. Este descubrimiento representa un paso crucial en la búsqueda de mundos habitables fuera de la Tierra y ha sido publicado recientemente en The Astronomical Journal.
Según el estudio, GJ 251 c posee una masa casi cuatro veces superior a la de la Tierra y orbita dentro de la zona habitable de su estrella, una región conocida también como la “zona Ricitos de Oro”, donde las condiciones permitirían la existencia de agua líquida en la superficie si el planeta cuenta con una atmósfera adecuada según los astrónomos.
“Buscamos este tipo de planetas porque son nuestra mejor oportunidad de encontrar vida en otro lugar”, explicó Suvrath Mahadevan, profesor de astronomía Verne M. Willaman en Penn State y coautor principal del estudio. “GJ 251 c se encuentra a la distancia ideal de su estrella para que pueda existir agua líquida, si posee la atmósfera adecuada”.
Una “supertierra” en la zona habitable de una enana roja según los astrónomos
El planeta orbita una estrella enana roja llamada GJ 251, mucho más fría y tenue que el Sol, pero estable y cercana, lo que facilita las observaciones. Su órbita, con un periodo de 54 días, lo sitúa en un punto donde la radiación estelar podría mantener temperaturas templadas.
El sistema se encuentra a solo 5,5 parsecs (unos 17 años luz) de distancia, lo que lo convierte en un objetivo prioritario para los telescopios de próxima generación, capaces de analizar su atmósfera y composición con precisión.
El descubrimiento de los astrónomos de GJ 251 c fue posible gracias al Buscador de Planetas en la Zona Habitable (HPF), un espectrógrafo de infrarrojo cercano instalado en el Telescopio Hobby-Eberly del Observatorio McDonald (Texas), diseñado para detectar planetas similares a la Tierra alrededor de estrellas frías.
“Este fue el objetivo principal del proyecto HPF”, señaló Mahadevan. “Detectar planetas templados y potencialmente habitables que puedan analizarse en detalle en los próximos cinco a diez años”.
La técnica del “bamboleo estelar”
El hallazgo se basó en la medición del “bamboleo estelar”, una técnica que detecta pequeñas variaciones en la luz de una estrella producidas por la atracción gravitatoria de un planeta. Estas alteraciones se observan como desplazamientos Doppler que permiten inferir la masa, el periodo orbital y la distancia del planeta sin necesidad de verlo directamente afirman los astrónomos.
El equipo combinó datos históricos de más de veinte años obtenidos con diferentes instrumentos, refinando primero las mediciones de GJ 251 b, un planeta interior previamente conocido que completa su órbita en 14 días. Posteriormente, identificaron una segunda señal más intensa, correspondiente a GJ 251 c, con un periodo de 53,6 días.
El resultado fue confirmado por el espectrómetro NEID, otro instrumento de alta precisión desarrollado por el mismo grupo de investigadores y actualmente operativo en el Observatorio Nacional Kitt Peak (Arizona). La concordancia entre ambos sistemas eliminó la posibilidad de errores sistemáticos y consolidó el descubrimiento.
Los cálculos indican que GJ 251 c tiene una masa mínima de 3,84 veces la de la Tierra, lo que lo clasifica dentro de la categoría de “supertierra”: mundos más grandes que el nuestro, pero más pequeños que Neptuno. Este tipo de planetas son especialmente interesantes porque podrían tener atmósferas estables, temperaturas moderadas y agua líquida, ingredientes clave para la vida.
Corey Beard, autor principal del estudio, destacó que “necesitamos que la próxima generación de telescopios obtenga imágenes directas de este candidato, pero también inversión y colaboración internacional para avanzar en su caracterización”.
La investigación de los astrónomos combinó observaciones de instrumentos de alta resolución como el Espectrómetro Échelle Keck I, el CARMENES del Observatorio de Calar Alto y el Spectropolarimétre Infrarouge (SPIRou). Gracias a ellos, los científicos restringieron con gran precisión la masa y la órbita del planeta, aplicando más de 50 modelos estadísticos que consideraron la actividad estelar y la naturaleza del sistema.
Un reto técnico: distinguir planetas reales de “falsos positivos”
Las estrellas enanas rojas presentan una dificultad adicional: su actividad magnética puede generar señales que imitan la presencia de planetas. Las manchas estelares o las erupciones solares pueden alterar la luz observada y producir falsos positivos.
Para evitarlo, los astrónomos aplicaron técnicas avanzadas de mitigación de actividad, comparando las señales en distintas longitudes de onda y aislando el “ruido estelar” de la señal planetaria. Gracias a esta metodología, pudieron confirmar que la señal de GJ 251 c era auténtica y coherente con un planeta rocoso.
El hallazgo de los astrónomos de GJ 251 c marca un nuevo hito en la exploración de exoplanetas habitables. Su cercanía lo convierte en un objetivo ideal para futuros observatorios como el Telescopio Extremadamente Grande (ELT) o el James Webb Space Telescope (JWST), que podrían analizar su atmósfera y buscar biomarcadores como el oxígeno, el metano o el vapor de agua.
Los astrónomos coinciden en que este descubrimiento abre una ventana única hacia el estudio de los mundos rocosos más allá del sistema solar. Si se confirma la presencia de una atmósfera estable, GJ 251 c podría convertirse en uno de los mejores candidatos para albergar vida conocida hasta la fecha.