El reciente trabajo de los científicos con el Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha marcado un hito en la astronomía moderna: por primera vez este telescopio ha observado directamente al visitante interestelar 3I/ATLAS, descubierto el 1 de julio de 2025 por el sistema ATLAS de detección de asteroides. Se trata solo del tercer objeto de este tipo hallado atravesando nuestro sistema solar, tras 1I/‘Oumuamua en 2017 y 2I/Borisov en 2019.
El JWST enfocó su espectrógrafo infrarrojo NIRSpec hacia el cometa el pasado 6 de agosto, logrando datos de altísima precisión. Según destacan los científicos, estudiar cuerpos como 3I/ATLAS permite retroceder en el tiempo y comparar las condiciones en las que se formaron estos visitantes con las que dieron origen a los planetas y asteroides del sistema solar hace 4.600 millones de años.
A medida que el cometa se aproxima al Sol, se activa el proceso de desgasificación: los hielos internos se transforman en gas, liberando chorros que generan la cola y la característica coma. Lo previsible, explican los científicos, era encontrar agua y monóxido de carbono en grandes cantidades. Sin embargo, la gran sorpresa ha sido el hallazgo de la mayor proporción de dióxido de carbono respecto al agua jamás observada en un cometa.
Científicos y el hallazgo de un cometa rico en dióxido de carbono
Los científicos creen que esta abundancia de dióxido de carbono podría significar que el núcleo de 3I/ATLAS está compuesto por hielos que recibieron radiación mucho más intensa que los cometas típicos de nuestro sistema. Otra posibilidad que analizan los científicos es que el cometa se haya formado en la llamada “línea de hielo de dióxido de carbono” de su sistema estelar original, es decir, la región del disco protoplanetario donde las temperaturas eran lo suficientemente bajas para que este gas se solidificara.
El bajo nivel de vapor de agua también ha llamado la atención de los científicos. Esto podría deberse a que el núcleo del cometa posee capas que impiden que el calor penetre en profundidad, limitando la sublimación del agua en comparación con el dióxido de carbono y el monóxido de carbono. Tal detalle no solo amplía el conocimiento de los cometas, sino que también abre una ventana a cómo se estructuraban los sistemas planetarios en otras estrellas.

Además, investigaciones previas ya habían revelado que 3I/ATLAS podría ser el cometa más antiguo jamás detectado, con una edad estimada de 7.000 millones de años. Este dato coloca al visitante como mucho más antiguo que nuestro propio sistema solar. Los científicos llegaron a esa conclusión tras estudiar la inclinación y la trayectoria del cometa, que indican que proviene del “disco grueso” de la Vía Láctea, una región más antigua que el “disco delgado” donde nació el Sol.
Científicos y el futuro de las investigaciones del James Webb
El papel del James Webb seguirá siendo crucial en el seguimiento de 3I/ATLAS mientras permanezca en nuestro sistema. Los científicos planean observarlo hasta que retome su camino al espacio interestelar, con la intención de recopilar la mayor cantidad posible de información sobre su núcleo, su composición y su evolución a medida que se aleja del Sol.
Cada hallazgo añade piezas a un rompecabezas mucho mayor: comprender cómo se forman y evolucionan los sistemas estelares en distintos rincones de la galaxia. Para los científicos, este tipo de descubrimientos es un laboratorio natural imposible de replicar en la Tierra. 3I/ATLAS no solo se convierte en un objeto de estudio fascinante, sino en un mensajero cósmico que trae consigo pistas sobre procesos que ocurrieron miles de millones de años antes de la aparición de nuestro sistema solar.
Con cada nueva observación, los científicos refuerzan la idea de que el universo está lleno de misterios aún por desvelar. La combinación de instrumentos como el JWST y la colaboración internacional permitirá que cuando 3I/ATLAS vuelva al espacio interestelar, lo haga dejando tras de sí muchas menos incógnitas de las que trajo consigo. En definitiva, el estudio de este cometa confirma el papel central de los científicos en la exploración del cosmos y subraya que cada avance es una puerta abierta hacia el conocimiento profundo de nuestra propia existencia.