David enciende un pitillo y aspira con nervio, como si fuese la única forma de apaciguar su alma. En cuanto se fuma ese cigarrillo, inmediatamente saca del bolsillo la cajetilla del tabaco y se lleva otro, el enésimo, a la comisura de los labios. Así, durante las dos horas de encuentro que mantenía con EL ESPAÑOL esta misma semana.
Acceder a él no ha sido sencillo. En estos días ha rechazado decenas de entrevistas con otros medios. “Me fumo dos paquetes al día. Algo me come por dentro y sólo fumar me calma”, admite mientras camina por El Palo, un humilde barrio de pescadores en Málaga en cuya parte más cercana a la playa creció este hombre alto y corpulento que en la barbilla aún guarda, como una herencia perpetua, la gruesa cicatriz que le dejó una juventud turbulenta.
David Serrano, 36 años, es el dueño de la finca de Totalán en la que murió Julen Roselló. El niño cayó por un angosto pozo a 75 metros de profundidad. Fue el 13 de enero de 2019. Era un tibio domingo del apacible invierno malagueño. El crío tenía dos años.
Julen murió casi al instante de caer, según recoge el informe forense. El rescate de su cuerpo, que se alargó durante 13 días, atrajo las miradas de medio mundo. Fue necesario abrir un pozo paralelo para que unos mineros asturianos accedieran hasta la cota en la que el niño estaba encapsulado.
Julen Roselló en la finca de Totalán (Málaga) en la que perdió la vida el 13 de enero de 2019.
Julen Roselló en la finca de Totalán (Málaga) en la que perdió la vida el 13 de enero de 2019. Cedida por la familia
Este próximo martes, 21 de enero, David se sentará en el banquillo de los acusados. Se le imputa un delito de homicidio imprudente grave. Podría ser condenado a tres años y medio de prisión, como solicitan los padres del crío. El pozo por el que cayó Julen tenía una boca de 28 centímetros de diámetro. Luego, según crecía la profundidad, el orificio se estrechaba unos centímetros más.
La prospección no contaba con las licencias pertinentes. David la encargó para buscar agua en aquella parcela rústica. La había comprado con los 9.000 euros de indemnización que le pagó el seguro tras sufrir un accidente de tráfico. Aquel fatídico día, invitó a los padres de Julen a comerse una paella en mitad del campo, al aire libre. Quería enseñarles su finca y que los niños corretearan.
“Maldita la mañana que me levanté aquel día”, dice David al poco de que el reportero comience a grabar esta entrevista. “Maldito sea yo”.
– Pregunta. Estamos a pocos días de que arranque el juicio. Usted es el único acusado. ¿Cómo ha vivido este año?
– Respuesta. No es fácil vivir con esto a la espalda. Ha sido el año más difícil de mi vida, sin dudarlo. Es una mezcla de culpa y de desesperación. El juicio para mí es casi un mero trámite. Más dolor que aquel día no voy a padecer jamás.
Puedes leer la entrevista completa de El Español aquí.