La desescalada trae un nuevo parámetro: ‘K’. En el caso del coronavirus COVID-19, lo que refleja ‘K’ es que en su transmisión es especialmente relevante el fenómeno del supercontagio. ‘K’ mide si la epidemia avanza uniformemente o si, por el contrario, los casos se agrupan formando cúmulos. Cuanto menor es este parámetro, más grumos tiene el dibujo del avance de la epidemia.
En 2005 se analizó el número ‘K’ de varios patógenos causantes de otras epidemias. Para el primer SARS, el coronavirus similar al actual que apareció en 2003 y en cuya epidemia se identificaron muchos eventos de supercontagio, se asignó a ‘K’ un valor de 0,16. En la epidemia del coronavirus MERS, en 2012, el K fue 0,25. El de la pandemia de gripe de 1918 fue 1, indicio de que hubo menos supercontagio.
Los primeros trabajos que apuntan a que para cortocircuitar esta pandemia es crucial concentrarse en el supercontagio son modelos matemáticos. En abril, el grupo de Adam Kucharski, en el London School of Hygiene and Tropical Medicine (LSHTM), concluía —en un trabajo aún no revisado por otros expertos— que el número de contagios que genera cada persona infectada es muy variable: unos pocos contagian a muchos, y muchos —la mayoría— a muy pocos o incluso a nadie. Estiman que el 10 % de los casos es responsable del 80 % de la transmisión.
Los supercontagiadores son personas que tienen algo biológico o social que potencia la transmisión del virus. Mientras no sea fácil identificarlos, resulta más útil centrarse en las situaciones supercontagiadoras. Los trabajos que estudian el fenómeno pueden dar pistas en la toma de decisiones cotidianas durante el desconfinamiento.
Estos son los tipos de supercontagio
Biológico: individuos con alta capacidad de transmisión por un motivo biológico, por ejemplo, porque su carga viral en un determinado momento es muy alta. En el SARS-CoV-2 la mayor carga viral se da justo antes o al inicio de la aparición de los síntomas.
Social: personas con mucha interacción social, por tipo de trabajo o aficiones.
Instalaciones de alto riesgo, como residencias, centros de salud y hospitales, plantas de procesado de carne, prisiones, grandes albergues donde muchas personas tienen contacto estrecho.
Escenarios oportunistas: cuando muchos individuos se concentran temporalmente, como misas, eventos deportivos, fiestas populares, conciertos o reuniones familiares.
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