En Marruecos, la última palabra la tiene el rey Mohamed VI. El pasado viernes, en el discurso anual con motivo de la Fiesta de la Revolución del rey y el Pueblo, reconoció la crisis diplomática “inédita” con España, que “ha sacudido fuertemente la confianza mutua y ha planteado numerosos interrogantes sobre su destino”.
No obstante, el monarca del reino alauí pronunció un mensaje reconciliador, que evidencia su disposición al diálogo con el Gobierno de España. Este deshielo de la disputa entre ambos países lo anunció el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, en su entorno cercano las últimas semanas, y EL ESPAÑOL / DIARIO DE AVISOS lo adelantó el pasado martes.
La sombra que cubría las relaciones bilaterales ya desapareció. Ahora toca empezar a construir lo que Marruecos pretende que sea “una etapa inédita”. Pero antes, se espera la vuelta de la embajadora Karima Benyaich a Madrid, el plácet al nuevo embajador español en Rabat, que se restablezcan las líneas marítimas en El Estrecho y que se reciba al Gobierno.
De esta manera, volvemos a la casilla de salida, al primer trimestre del año; antes de que las relaciones bilaterales tensas se rompieran, presuntamente, debido a la acogida humanitaria de Brahim Ghali, secretario general del Frente Polisario. Un clima de desconfianza que hay que ir librando con tiempo y aceptando las peticiones que Marruecos puso hace meses encima de la mesa.
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