Mientras Canarias apenas sabe por los británicos de sus yacimientos, tanto la UE como Finlandia llevan años invirtiendo millones de euros en las riquezas acuáticas de Azores y Madeira.
Mientras Canarias se enteró en 2017 gracias a investigadores británicos de que cerca de sus aguas había yacimientos de minerales de gran valor para industrias tecnológicas emergentes, otra región ultraperiférica de la Unión Europea, las islas Azores llevaba dos años recibiendo fondos de Bruselas para la explotación de sus riquezas submarinas. Algo similar ocurre con Madeira, también de Portugal, donde se benefician igualmente de una inversión multimillonaria por parte de Finlandia.
Por el contrario, en el Archipiélago se sigue con preocupación la ofensiva de Marruecos para disputarle a España los derechos económicos unos montes submarinos que, como Tropic, en realidad se trata de unas Canarias antediluvianas que antaño incluso estuvieron por encima de la superficie.
A este respecto, cabe recordar que Rabat aprobó a primeros del año en curso dos leyes que expanden sus derechos sobre aguas canarias. Aunque su ministro de Exteriores, Naser Burita, insiste en que se trata de un asunto meramente interno, lo cierto es que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Onuaa, o más conocida por sus siglas en inglés como FAO, ya reconoce la titularidad marroquí a tan solo siete millas náuticas de Canarias, como han comprobado los atuneros de Lanzarote en sus registros electrónicos oficiales de pesca
Viene a cuento esta información tras la reciente comunicación de la Unión Europea a sus países miembros para que agilicen en la medida de lo posible sus distintas estrategias en la carrera mundial que, desde hace lustros, tiene lugar por todo el planeta a la hora de reivindicar las riquezas submarinas, y que tiene en zonas como el Ártico una de sus máximas expresiones.
Lo cierto es que la UE lidera una prueba piloto de minería en el Atlántico sobre herramientas, instalaciones, operaciones y conceptos del que se benefician las Azores. En concreto, dicha prueba se articula a través de un consorcio llamado Blue Atlantis (Atlántida Azul) en el que figuran 45 miembros de ocho países, entre los que, curiosamente, está España.
La coordinación está a cargo de la Asociación Alemana de Tecnología Marina y, según se puede leer en la documentación oficial de Bruselas, “hay tres buenas razones por las que una prueba de minería en aguas profundas en Europa sería importante. Primero, asegurar las materias primas para la industria europea, que depende de la importación de la mayoría de los metales estratégicos y críticos, incluidos: Co, Cu, Ga, Nb, metales del grupo Pt, Ti, W, Zn, Au, Ag y tierras raras. En segundo lugar, el liderazgo de Europa en tecnologías avanzadas de aguas profundas se reforzará aún más a escala mundial. Tercero, nueva educación: las universidades y los centros de investigación ofrecerán habilidades y conocimientos”.
Además, desde 2014 hay un acuerdo luso-finlandés (Blue Cooperation) que, además de fomentar energías renovables y otros temas, también se vuelca en la investigación para la futura explotación de las riquezas submarinas, con un presupuesto total superior a los 507 millones de euros. Estaba previsto que el proyecto concluyera este año, pero la pandemia ha retrasado los trabajos previstos y sigue abierto.
SUPUESTAMENTE EXTRAER EL TELURIO Y OTROS MINERALES DE TROPIC, ANTIECONÓMICO POR AHORA
El yacimiento de telurio, cobalto y otros minerales de interés económico detectado en Tropic hace tres años se encuentra a unos 500 Kilómetros al suroeste de El Hierro, en la cima de un volcán submarino extinto del mismo nombre. Este volcán submarino fue antaño una isla emergida durante el Cretácico (hace 120 millones de años) perteneciente a la misma cadena de volcanes que Canarias.
Actualmente se alza unos 2.000 metros sobre el fondo marino, pero por efecto de la erosión y del hundimiento su cima se encuentra a 1.000 metros de profundidad bajo el nivel del mar. Por ahora, explotar dicho yacimiento sigue siendo una ruina económica, dado el tremendo coste que supone sacar a la superficie estos minerales, pero a nadie se le escapa que la minería submarina es una industria emergente, debido al interés de las superpotencias por beneficiarse de las riquezas que aguardan en el fondo de los océanos.