Media humanidad contuvo ayer la respiración tras escuchar al ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, asegurar que una tercera guerra mundial sería “nuclear y devastadora” una semana después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenara la invasión del territorio ucraniano. “La tercera guerra mundial sería nuclear y devastadora”. El presidente estadounidense Joe Biden, un hombre experimentado, había comentado que la alternativa a la guerra son únicamente las sanciones, pero Lavrov, según informaciones de agencias de noticias rusas, advierte de que las respuestas a las mismas sería la guerra nuclear. Recalcó que la única alternativa a la imposición de sanciones sería el “comienzo de la tercera guerra mundial”. Lavrov hizo, además, hincapié en que el estatus de la península de Crimea no es negociable. “Crimea es parte de Rusia y no es negociable”, insistió, mientras Moscú sigue castigando sin piedad a los residentes en las principales ciudades ucranianas, donde la marea de desplazados se acerca ya al millón en una hecatombe humanitaria de dimensiones aún por conocer.
Estas alusiones rusas a un posible holocausto nuclear eran prácticamente un tabú hasta que el propio presidente ruso, Vladímir Putin, aludió a la puesta en alerta de sus fuerzas de disuasión nuclear. Tras la Guerra Fría, las potencias apostaron por un desarme progresivo, si bien Rusia y Estados Unidos siguen teniendo en sus arsenales herencias de una estrategia militar que concebía arrasar con el enemigo a cualquier precio.
Sea como fuere, la feroz agresión de Moscú contra la indefensa población civil ucraniana y una resistencia encomiable pero a años luz del potencial militar de los invasores es la única respuesta ante las derrotas evidentes de Rusia en el plano propagandístico, ya que la comunidad internacional se ha puesto abrumadoramente a favor de Ucrania. En sus cálculos sobre la reacción de Occidente, Rusia no previó que los países miembros de la UE se pondrían de acuerdo a la hora de contraatacar en el frente financiero, donde los rusos ni se acercan a figurar entre los más poderosos.
La Asamblea General de Naciones Unidas adoptó ayer una resolución de condena a la invasión de Ucrania en una sesión especial de emergencia, la undécima del organismo en su historia y la primera desde que hace más de cuatro décadas se hizo lo propio por la crisis del Golán. La resolución salió adelante con el apoyo de 141 países, mientras que cinco -Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea- votaron en contra. Por su parte, 35 -entre los que destacan China, India, Bolivia, Cuba, El Salvador, Nicaragua, Irán, Irak, Kazajistán o Vietnam- se abstuvieron.