Un jardín en el Atlántico

Todo jardín es alegórico. Cuando el hombre mira la naturaleza, la humaniza, la reconstruye. Fuimos expulsados del paraíso al alcanzar la conciencia y con ello alejarnos de Dios

Todo jardín es alegórico. Cuando el hombre mira la naturaleza, la humaniza, la reconstruye. Fuimos expulsados del paraíso al alcanzar la conciencia y con ello alejarnos de Dios. En el Jardín de las Delicias, el Bosco expone en la tabla izquierda de su famoso tríptico, junto a Adán y Eva, una imagen de nuestro drago canario (1505). No es casual tampoco que la heráldica canaria haya llevado a sus escudos la flora canaria. La palmera, 17 veces; el drago, siete; el pino, cinco; dos almácigos, dos cardones, una sabina, un garoé, un sauce, un laural, y en la flora introducida 10 viñas, tres cañas de azúcar, un almendro, una platanera y un manzano, Aquí la flora se expresa como poderoso referente sentimental. El jardín de Canarias se ha ido construyendo en la historia con lo propio y lo ajeno. El antecedente más directo, el JAO, Jardín de Aclimatación de La Orotava, con Carlos III en 1788, destinado a reproducir las especies de América, África y Asia, con utilidad práctica.

Humboldt, alemán, en 1799; Berthelot, francés, en 1827; Masferrer, catalán, en 1880, y Sventenius, sueco, en 1950, situaron Canarias en el mundo florístico. El mayor referente, el drago. El de Franchy, en La Orotava, el del escudo, lo visitó Humboldt en 1799, siete años después de que Lord Macartney, comiera en la mesa de su copa para 14 comensales. Humboldt cifró su edad en 6.000 años y publicó en su conocido libro Vue de Cordillers (1810) la mejor imagen que se conserva de él. El Drago desapareció en 1867 en un huracán, cuando ya había perdido gran parte de su masa arbórea y se encontraba podrido bajo la copa. El mismo problema que superó con técnica el drago de Ycod en 1985, bajo la dirección de Kenneth Allen, americano. Hoy nuestro milenario drago, es uno de los excepcionales pies arbóreos mejor cuidado del mundo.

En la segunda mitad del XIX, van a coincidir en Canarias el inicio del turismo, los puertos francos y los cultivos de exportación. En el origen el turismo es de invierno y terapéutico, seguridad climática y sanitaria, huyendo de la tuberculosis. El turismo europeo nos trae la “ciudad jardín” e incorpora ex novo el arbolado en las ciudades. En Santa Cruz, ejemplar operación la del “Parque” y “Barrio de los Hoteles”; en Las Palmas, “Ciudad Jardín”, también en el Puerto de la Cruz. El Parque, siguiendo la tradición de los jardines botánicos, reúne una amplia muestra de la flora mundial, se inició en 1880 y se acabó en 1929 con García Sanabria.

Hoy la realidad de casi todo en Canarias es criolla, fruto de nuestra posición atlántica entre Europa, África y América. Ha sido la apertura al exterior lo que nos ha mantenido. El “Jardín del Atlántico”, que es Canarias, debemos integrarlo en el modelo económico, en nuestro medio altamente urbanizado y en su estructura social y cultural. En la “Isla Ciudad”, potenciar la vegetación propia e introducida. Hemos acabado convirtiendo los espacios naturales, los bosques y el suelo rústico, en escenarios sin uso. El bosque se quema cuando carece de aprovechamientos y mantenimiento, el pinar, sin pinocheros, la laurisilva, sin ganaderos, orquetas, carboneros y turistas, como la Amazonía sin seringueiros, se quema o la queman. Prevenir con los instrumentos administrativos, que han acabado con las explotaciones sostenibles del monte y del suelo rústico. Vamos hacia una sociedad que exige mayor conocimiento, coordinación y soluciones.

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