Los niños son grandes filósofos

Sí que lo son: Los niños son grandes filósofos. No tienen miedo a las preguntas y las hacen sin prejuicios

Sí que lo son: Los niños son grandes filósofos. No tienen miedo a las preguntas y las hacen sin prejuicios. Son pequeños pensadores que despiertan del sopor del prejuicio a la humanidad. Quieren saber y preguntan. Los mayores queremos saber y callamos porque nos avergüenza que acusen nuestras ignorancias. Son pequeños teólogos que van más allá de lo que ven abriendo caminos que los callos cierran con muros de piedra seca en la mente de los adultos. Diría que son los mejores teólogos…

En una conversación tuve la semana pasada la suerte de escuchar el relato de una catequista que invitó a niños de primero a dibujar un portal de Belén en un papel en blanco. Entre la burra y el buey, María, José y el Niño Jesús. Uno de aquellos niños levantando la mano preguntó a la catequista: “Maestra, ¿dibujo a Jesús muerto o lo dibujo vivo?”. –“Vivo, claro, como un bebé”, le respondió la Catequista. Esta anécdota puede contarse de manera jocosa y reírnos sin más de la ocurrencia infantil, o puede despertar en nosotros un juicio sobre la realidad. De hecho, no es la primera vez que vemos un dibujo infantil del Belén en el que sobre el pesebre se dibuja un pequeño crucifijo. Es la forma ordinaria en la que solemos representar a Jesús, entregando la vida en la Cruz por amor y convirtiendo en salvación universal su muerte. Si esa es la imagen más importante, en Belén es lógico que la teología de un niño dibuje en chiquitito a Jesús muerto por nuestra salvación.

La reflexión teológica unirá Encarnación y Redención. Lo hará y lo expresará en la Liturgia de la Navidad. Y un niño lo dibuja espontáneamente sobre un papel en blanco. Bienvenida la teología infantil al amodorrado e insolidario mundo de los adultos que no vemos más allá de lo que miramos. Gracias a Dios sigue habiendo futuro creativo entre nosotros. Porque “(…) no entrará en el Reino de los cielos quien no se haga como un niño”. Pensar a Dios con la frescura de la infancia y con la profundidad desvergonzada de quien pregunta desde un corazón tan tierno como inquieto.

Nacer y morir son dos etapas de nuestra vida. Y el Portal de Belén es la clave de interpretación de su sentido. Hay vidas muertas y muertes que dan vida.

Bienvenida la teología de los niños.

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