el charco hondo

Soterrar el cabreo

Zhejiang Geely, propietario de Volvo, ha adelantado por la derecha (y por la izquierda) al consejero de Obras Públicas. El destino quiso que ambos se hayan encontrado en el espacio-tiempo que el calendario tiene reservado a los grandes anuncios, a las impactantes revoluciones de la ingeniería. Geely sorprendió informando de que su compañía lanzará el mercado, en 2019, el primer vehículo volador. Fue más allá, y se comprometió a que en 2023 los coches -ahora mismo en pleno proceso de desarrollo- cuenten con un adecuado sistema de despegue y aterrizaje vertical. El consejero no despegó ni aterrizó verticalmente, tampoco en horizontal, pero sí quiso rebañar en solemnidad su intención de encargar un estudio de alternativas (uf) para ejecutar el soterramiento de la autopista del norte; un anuncio (en fin) emparentado con el compromiso (tú ya sabes) de colar un carril bus-VAO o, rematando el cuadro, con la promesa (ya ves) de proyectar y ejecutar las obras que necesita la autopista del sur para regresar al primer mundo. Reloj en mano, los Volvo aterrizarán y despegarán bastante antes que las obras tantas veces anunciadas como aplazadas, tan comprometidas como poco ejecutadas. Soterrar, lo que se dice soterrar, de lustros a esta parte lo único que se ha soterrado son las inversiones que hacen falta para desbloquear la Isla a un lado y otro, sur, norte, este y oeste. Las colas no se resuelven con palabras sino con obras, y huele (en fin) a que tampoco esta vez van a cambiar las cosas. Si en el sur siguen durmiendo el partido sin abordar las obras que están pidiendo a gritos la TF-1, los enlaces o las rotondas, en el norte poco o absolutamente nada puede esperarse cuando, vaya por dios, a estas alturas de la película se proclama que se ha encargado un estudio sobre alternativas posibles. Soterrar, lo que se dice soterrar (ocultar o disimular una cosa, intención o problema), lo único que pretenden soterrar es el cabreo de quienes envejecen en las colas.

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