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Todavía estaba allí

No hay sistemas electorales inocentes o neutros: todos comportan efectos sobre la proporcionalidad entre votos y escaños

No hay sistemas electorales inocentes o neutros: todos comportan efectos sobre la proporcionalidad entre votos y escaños. También el sistema catalán, que no es una excepción y no lo fue en las recientes elecciones autonómicas. En Cataluña los votos que sustentan cada escaño se reducen en las tres provincias no capitalinas y aumentan en Barcelona, con lo que la victoria en votos de Ciudadanos (más de un millón cien mil, casi cuatrocientos mil más que en 2015) no impidió que las candidaturas independentistas (con unos cien mil votos menos) le superasen en escaños, y que, incluso, revalidaran la mayoría absoluta y dejasen las cosas tal como estaban. De estas distorsiones electorales sabemos mucho los canarios, que somos gobernados por una fuerza política tercera en votos pero primera en escaños.
Si atendemos a la distribución territorial del sufragio, comprobamos que precisamente en las tres provincias no capitalinas (la Cataluña profunda) se concentra el voto independentista, lo que explica su victoria en escaños. Por su parte, Ciudadanos ganó en Barcelona y en las diez ciudades catalanas más pobladas, y su voto urbano desplazó a los socialistas en el llamado cinturón rojo de Barcelona: el elector constitucionalista ha confiado más en Inés Arrimadas que en Miquel Iceta, que en la campaña dilapidó sus posibilidades de tender puentes transversales entre los bloques con ocurrencias fiscales y de indultos que buscaban atraer al independentismo, y con frivolidades danzarinas. Ganó un escaño y unos ochenta mil votos, muy por debajo de sus expectativas.

La concurrencia por separado de los partidos independentistas les resultó positiva; en particular a la formación de Puigdemont, que recuperó un voto moderado de centro derecha, al que la presentación conjunta con Esquerra en 2015 había desmovilizado. A su vez, Esquerra volvió a reunir el voto independentista de izquierdas que se había ido a la CUP para no votar a los candidatos del PDeCat. Este trasvase explica la derrota de la candidatura radical, que perdió seis escaños y unos ciento cincuenta mil votos; una derrota que libera a los soberanistas de su dependencia de los radicales y les permitirá desarrollar políticas más sensatas.

Otros derrotados fueron la franquicia de Podemos, que perdió unos cuarenta mil votos y tres escaños junto con sus posibilidades de arbitraje entre bloques, y, sobre todo, el Partido Popular, que sufre un hundimiento de más de ciento cincuenta mil votos y siete escaños, lo que le supone ir al Grupo Mixto en el Parlament.

El quinto intento independentista catalán continúa y las recientes elecciones han añadido cien mil electores a su bloque. Si la educación y los medios siguen en sus manos, cada vez serán más. Como hubiera escrito Monterroso, cuando los ciudadanos españoles despertamos después de las elecciones, el independentismo catalán todavía estaba allí. Y no se va a marchar, añadimos nosotros.

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