La piedra, el cielo y Trump

Del trumpantojo prometo hablar lo justo en esta oportunidad. El tema -y si me alargo acabo desmintiéndome- no merece una columna lastimera. Merece una parada, una huelga, una sentada, un plante general. Mundial

Del trumpantojo prometo hablar lo justo en esta oportunidad. El tema -y si me alargo acabo desmintiéndome- no merece una columna lastimera. Merece una parada, una huelga, una sentada, un plante general. Mundial. A Leonard Cohen, ni a Juan Carlos Alemán (que se evadieron, uno el día antes, y el otro, el mismo día de la desgracia) los va a gobernar este caballo bayo desbocado. Cohen vio venir la muerte y se alegró. Lo dijo, estoy preparado. Le atribuyen frases sabias: “el amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males”. Y, sin embargo, se declaró inhábil para amar como las mujeres se merecen. ¿Qué tenían las letras del poeta (le debían el Nobel como a Dylan), o su voz, que nos entraba hasta el “hondón”, como le gustaba decir a Alfonso García Ramos? ¿Qué tenían? Polvo arcano de cartas. Magia y luna superlunera, como este lunes. Eran letras y oraciones para dioses penates como sal y harina al fuego del hogar antes de comer. Para rezar con ellas y amar, como decía, inútilmente. Para curar los males del mundo. Y vuelve Trump a la conversación. El canto gregoriano de Cohen y los silencios inteligentes de Zaj estaban hechos para el Tanque, el templo de Dulce Xerach y Fernando Menis, que va camino del Pritzker, el Nobel de los arquitectos (si no, a su vez, del premio mundial de arquitectura de Berlín, que está al fallar). En ese recinto de fuel de Santa Cruz nos quedamos con las ganas de verlos juntos a los tres, a Leonard Cohen, a Juan Hidalgo y a Fernando Menis, la combinación perfecta, la piedra y la piedra y el cielo de Juan Ramón. Decía el poeta, “¡no le toques ya más,/que así es la rosa!” Y nos ha caído la piedra del cielo. No la rosa, la piedra se impuso esta vez , como esa roca que aplastó el coche en el Teide, de la portada de hoy. Nadie contraríe al divino en sus guerras celestiales, que ya está todo dicho en los sagrados libros, y hubo un Argamedón por una cosa parecida a esta y acabó con el gobierno de los hombres. Así que nada impide que pase algo. En los últimos días ganamos influencia allá arriba, y quién sabe, quién sabe, si el amigo Alemán apunta como Dios manda y atina con la piedra espacial en la cabeza adecuada, no en ese pobre turismo, que se quedó con los varales al cielo como un pasmarote.

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