La gruda

No sé por qué coño, el mago llama a la grúa, gruda. Y cuando a una chica de esos altos le preguntas a qué se dedica su novio, responde: “Mi novio es grudista”

No sé por qué coño, el mago llama a la grúa, gruda. Y cuando a una chica de esos altos le preguntas a qué se dedica su novio, responde: “Mi novio es grudista”. Conocida la perversión del lenguaje propia del mago, resulta que en La Laguna hay un problema, que parece serio, con la gruda. Según ha informado cumplidamente este periódico, la mamandurria en el depósito municipal de coches retirados por la gruda lagunera es algo más que indiciario y el nepotismo que se ha ejercido en esa instalación parece de libro; por lo que la justicia -ustedes saben que yo nunca la escribo con mayúscula, porque no lo merece- anda con las orejas tiesas. Esto tampoco significa mucho, porque yo, que no creo en la justicia divina, mal voy a creer en la humana; pero también existe un cierto tufo a que la cosa en el depósito no está clara, que algo huele a podrido en La Laguna. Eso de canibalizar los coches allí depositados y de vender sus piezas como repuestos está muy feo. Qué dirá el ciudadano al que, además de mamarle el coche la grúa, se lo desguazan en un plis/plas y cuando va a buscarlo no tiene allí, en depósito, sino el volante y la palanca de cambios. Oiga, muy, pero que muy mal. Y luego cuando le va con las quejas al alcalde algún empleado honrado, el munícipe le dice (Clavijo, cuando era primer edil lagunero): “Usted, póngase a trabajar y no se meta en eso”. Qué fuerte. Total, que el asunto de las grudas en La Laguna, por lo visto, está que arde y en los juzgados. Es que ya el ciudadano no se puede fiar ni siquiera de la municipalidad, que no sólo trata a uno fatal sino que le mama el coche.

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