“David sonrió con burla antes de quemar viva a Laura”

A Laura le cambió la cara cuando vio entrar a su exnovio en la tienda con una garrafa de gasolina, pero él musitaba “te lo dije” y la miró con una sonrisa burlona; el relato de la madre de la víctima y de la clienta que luchó por salvarla llenaron ayer de lágrimas el juicio
David Batista durante el juicio por el asesinato de Laura en La Palma | Sergio Méndez
David Batista durante el juicio por el asesinato de Laura en La Palma | Sergio Méndez
David Batista durante el juicio por el asesinato de Laura en La Palma | Sergio Méndez

Se llama María Lourdes y es la madre de Laura, su única hija, a la que su exnovio, David Batista, quemó viva en una tienda de Santa Cruz de La Palma aquel aciago 10 de julio de 2015. Antes de ese día, María Lourdes era una mujer trabajadora de pelo negro y rizado, contenta porque “Laura, tras dejarlo, era feliz, vivía su vida”. Ayer declaró por videoconferencia en el juicio que la Audiencia Provincial tinerfeña celebra por aquellos hechos. “La noche anterior, vimos juntas danzar a los enanos; cuando volvimos, estaba tan contenta que bailó como ellos entrando en casa; luego se duchó y salió con los amigos, me mandó un mensaje de lo contenta que estaba porque iban a ver la sesión de la una de la madrugada dentro del recinto; la volví a ver por la mañana, se duchó y se fue a trabajar tras disfrutar el día grande para todos los palmeros; ‘qué bien me lo pasé’, me dijo al llegar, justo antes de comerse a besos a su querida perra Lupita; le preparé su comida y se la llevó en una tupperware”, narraba ayer María Lourdes.

Ya bien entrada la mañana, recibió una llamada de un número desconocido. Algo le dijo a María Lourdes que debía cogerlo: “No recuerdo bien lo que me dijeron porque mi mente lo bloquea, algo de un cóctel molotov, pero es que hay cosas que yo todavía no puedo repetir; ella (Laura) era tan buena que les dijo: ‘Por favor, llamen a mi madre y díganle que me van a llevar a la clínica, pero no le digan la gravedad para que no se preocupe’, y pensé en voz alta: ¿Pero qué le hizo este asqueroso, este cabrón?”. En este momento del relato, Laura tenía graves quemaduras en el 95% de su cuerpo, desprovisto de ropa tras arder pasto de la gasolina que David, su novio hasta mes y medio antes y durante los cuatro años anteriores, le vertió por encima antes de prenderle fuego con un mechero, acto que el ahora acusado ayer excusó, en una declaración que abrió la sesión, en que “estaba siempre colocado, desde primera hora, y le había pedido al médico de cabecera cita con el especialista en Psiquiatría, pero ya sabe lo que tardan”. Para María Lourdes, “esta gente [en referencia a David] vivía de que les dieran una paga”. Precisamente, ayer DIARIO DE AVISOS desveló que David Batista tramita desde el Centro Penitenciario Tenerife II una prestación pública relacionada con las heridas sufridas cuando quemó viva a Laura.

Esas quemaduras de David le saben poco a Flora, la clienta a la que atendía Laura aquella mañana en la tienda donde empezó a trabajar mes y medio antes, un empleo que le permitió dejar la carnicería donde se afanaba el doble para ignorar su vegetarianismo militante, pero “como era tan responsable [recordaba la madre], se esforzaba aún más”.

Flora estaba en la tienda con una de sus hijas, Yannire, y su nieta, de 7 años. “Laura y yo nos reíamos de unas zapatillas y, de repente, se le cambió la cara cuando él entró. Fue entonces cuando dijo: ‘¿Qué estás haciendo, David?’. Yannire escuchó al hoy acusado musitar ‘te lo dije’, mientras Flora sintió lo que imaginó agua en su antebrazo y espetó al recién llegado: “¡Me estás mojando, gilipollas!”. Fue entonces cuando le vio lo que llamó “una sonrisa burletera”. Y vio la garrafa, naranja o roja, según explicaron ella, Yannire y los dos varones que luego entraron al rescate. Y observó cómo David entraba por detrás del mostrador y empezaba a verter encima de Laura los 9,3 litros de gasolina que compró aquella misma mañana. Y Flora, toda nervio, fue a por él y le tiró de la camiseta, lo que provocó que se empapase de gasolina desde la coronilla hasta el cogote y por dentro de la parte trasera de su camisa, justo donde se quemó el 30% de su cuerpo y por lo que hasta fue trasladado a la Unidad de Grandes Quemados del Hospital del Rocío en Sevilla. “No pude ayudarla”, repetía ayer la corajuda Flora una y otra vez, llenando de lágrimas los rostros de jurados, periodistas y hasta juristas presentes ayer en la sala, como si la declaración de María Lourdes no hubiera humedecido ya todos esos rostros. “La vi perderla, si solo hubiera una persona más allí, hubiéramos podido con él”. Luego describió la terrible deflagración, y “todo quedó muy oscuro; tuve que salir corriendo porque iba a por mí, pero se dio cuenta de que él mismo estaba ardiendo; entraron dos hombres con extintores, y luego la vi otra vez, pero ya no era Laura, estaba totalmente deformada, los labios…”. Otra de las presentes en la tienda aquella mañana, Davinia, dijo que “era como un maniquí”.

Hoy, en casa de Flora no se cocina porque no puede soportar el humo, y ella trabaja con un psicólogo porque se siente culpable. María Lourdes, en terapia ella y su marido, no ha vuelto a trabajar, como cano es hoy todo su pelo: “Mi cuerpo y mi mente no resisten este dolor, me ha robado mi vida”.

“Me quedé con piel de ella en las manos, mis zapatos se derritieron”

Los testimonios de Juan Carlos y José, que auxiliaron a Laura en su agonía, terminaron por describir ayer la terrible escena de aquel 10 de julio de 2015 en el interior de una tienda de la Calle Real de Santa Cruz de La Palma. Juan Carlos, bombero voluntario durante cuatro años, caminaba por el centro de la capital palmera cuando vio la deflagración y a las mujeres huir. “Pensé que era un atentado terrorista”, explicó durante la segunda sesión del juicio donde se juzga a David Batista como presunto asesino e incendiario. “Vi salir a una persona a la que se le quemaba la cabeza [David]; yo le conozco, él me miró, yo le miré, no me dijo nada”.

“Había un ATS que fue quien la apagó con un extintor (continúa Juan Carlos) y le pregunté si había alguien ahí y me respondió que una chica; no me lo pensé y me metí, con el material que había dentro de la tienda es una locura porque bolsos, zapatos… es humo muy tóxico”. “¿Dónde estás? Preguntamos a grito mientras entrábamos a gatas en aquel sitio lleno de humo; ‘¡Ayúdeme!’ dijo ella, y la encontramos tras el mostrador”, explica José. A Juan Carlos, la piel de ella se le quedó entre sus manos, a José se le derritieron hasta los zapatos. Ella murió poco después.

“Tic tac, tic tac, tic tac… cuanto más tarde, más arde”, envió David a Laura por SMS cuatro días antes. “Ella pensaba que quien te quiere tanto, no puede hacerte daño”, contó la madre de Laura ayer.

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