Óscar Domínguez, más allá del límite

En 2017 se cumplen 60 años de la muerte del pintor tinerfeño, referente internacional del surrealismo y poseedor de una sensibilidad que se despliega por múltiples caminos estéticos

Entre lo público y lo privado; entre la contradicción y la coherencia; entre la realidad y el deseo, que diría Luis Cernuda, nunca es fácil marcar los límites, establecer la taxonomía, fijar las etiquetas para adentrarse en la personalidad -en cualquier personalidad- artística de una figura como la de Óscar Domínguez (La Laguna, 1906-París, 1957) y no sentir que el suelo va cediendo, las mariposas escapan y los diccionarios se licuan.

En la última fecha de 2017 se cumplirán 60 años del día en que el pintor tinerfeño puso fin a su vida en París, seis decenios en los que Óscar Domínguez, imprescindible -si mantenemos ese empeño clasificador- para redactar la nómina del surrealismo, no ha dejado de estar presente en el escenario del arte contemporáneo, pese a que no siempre esa ineludible presencia fuera correspondida con nuestro interés.

En 2001, por ejemplo, con motivo de la exposición Óscar Domínguez surrealista, comisariada por Guillermo de Osma en la Fundación Telefónica, en Madrid, el crítico de arte Francisco Calvo Serraller lamentaba la poca atención que se le había brindado hasta el momento a uno de los nombres esenciales en el arte del siglo XX en España y una referencia internacional ineludible al poner la mirada en el surrealismo. “Pero, al margen de la obra plástica personal y de su agitada vida -escribía Calvo Serraller en El País-, Domínguez tuvo una estimulante participación como promotor del surrealismo allí donde estuvo, pero hay que recordar, sobre todo, el papel fundamental que desempeñó, junto a Eduardo Westerdahl, en la facción surrealista que se creó en Tenerife, logrando que el propio Breton visitara la isla en el año 1935”.

Celebrada entre el 11 y el 21 de mayo en el Ateneo de Santa Cruz de Tenerife, presidido entonces por el poeta Agustín Espinosa, la II Exposición Internacional Surrealista, impulsada por el equipo de Gaceta de Arte, trajo a la Isla a André Breton y Benjamin Péret, y reunió un total de 76 obras, además de las de Domínguez, de creadores como Dalí, Picasso, Miró, Giacometti, Max Ernst, Man Ray, Marcel Duchamp, Yves Tanguy, Hans Arp, Magritte o Victor Brauner.

La definición

“Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. Esa es la célebre definición de surrealismo que formuló su progenitor, André Breton.
Sin embargo, aunque el surrealismo habita en toda la obra del artista de la decalcomanía, o quizás mejor, el pintor del “sueño y el deseo” nunca fue un pintor realista -como apuntó el catedrático de Historia del Arte Contemporáneo de la Universidad de La Laguna Fernando Castro Borrego con motivo de la exposición Óscar Domínguez, la belleza convulsiva (2014) en la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias-, su trayectoria es el reflejo de un espacio ilimitado de sugerencias, inquietudes, símbolos, conflictos… que van más allá de un movimiento artístico concreto.

Por ejemplo, en la antológica que le dedica el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en 1996, Ana Vázquez de Parga vertebra la exposición de acuerdo con las etapas o periodos surrealista (1929-1938), cósmica (1938-1939), litocronismo (1939-1942), metafísica (1942-1943), picassiana (1944-1948) y esquemática (1949-1953).
Hoy, más de tres lustros después de la poco cuestionable crítica formulada por Calvo Serraller, por fortuna, da la impresión de que el interés y la difusión de la obra del artista tinerfeño presentan un panorama diferente. Museos y entidades como TEA Tenerife Espacio de las Artes o la Fundación CajaCanarias -principalmente, pero no las únicas- se preocupan en la Isla de ilustrar su vigencia. En 2006, en el Instituto Cervantes de París se instaló la muestra Óscar Domínguez. El surrealismo volcánico e incluso en estos años se han rodado dos trabajos audiovisuales que confrontan al espectador, como ya hiciera Alain Resnais en Visite à Oscar Dominguez (1947), con esa pulsión creativa de una personalidad singular: el documental de Miguel Morales Monsieur Domínguez (2007) y el largometraje de ficción Óscar. Una pasión surrealista (2008), dirigido por Lucas Fernández, en el que el portugués Joaquim de Almeida interpreta al artista. De manera que sí, el 31 de diciembre se cumplirán 60 años de la muerte de Óscar Domínguez, pero más allá de nuestro poco o mucho gusto por las efemérides y las cifras redondas, cualquier instante es el idóneo para reconocer -y para conocer- el legado de un hombre con un discurso estético inagotable, sin límite.

Un itinerario de creación por las ciudades de Praga, Olomouc y Bratislava

TEA Tenerife Espacio de las Artes brinda hasta final de mes la exposición Óscar Domínguez en Checoslovaquia. Comisariada por el historiador del arte Pavel Štepánek e Isidro Hernández Gutiérrez, conservador de la Colección Óscar Domínguez del centro de arte contemporáneo del Cabildo tinerfeño, la muestra fija su mirada en la presencia del artista en el país (que hoy son dos, Chequia y Eslovaquia) entre los años 1946 y 1949, a partir de su participación en la colectiva El arte de la España republicana. Artistas españoles de la Escuela de París.

De forma paralela a este nuevo proyecto expositivo en torno a la figura de Óscar Domínguez y su paso por Praga, Olomouc y Bratislava, TEA ha celebrado hasta el sábado unas jornadas que han reunido a distintos expertos: los catedráticos de Historia del Arte Eugenio Carmona (Universidad de Málaga), María Isabel Navarro y Fernando Castro (Universidad de La Laguna); el licenciado en Historia del Arte Eliseo Izquierdo (ULL); la comisaria de la muestra Óscar Domínguez 1926-1957, Ana Vázquez de Parga; el historiador del arte Guillermo de Osma, director de la galería que lleva su nombre, y los directores del Archivo Chochola de Praga, Marek Chochola y Blanca Chochola.

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