el charco hondo

El baile de la tarántula

Utilizar la manifestación de Barcelona para intentar reconstruir el contexto anímico que necesita su referéndum ha sido tan nauseabundo como previsible, atiende a la lógica ilógica en la que se han instalado quienes tienen a Cataluña acampada en la mentira de un proceso sin proceso, distraída, empequeñecida, ridiculizada con una huida hacia detrás. A los profesionales del independentismo (a quienes han convertido en oficio alargar la farsa) les resultó tremendamente tentador utilizar la repercusión de la movilización del sábado, aprovechar la cobertura para proyectarse a sí mismos, para recuperar protagonismo, existencia. Las declaraciones de las vísperas, la pitada espontánea menos espontánea o el reparto de provocaciones fueron piezas orquestadas, movimientos para romper el silencio del duelo; en una actitud que desmiente la pluralidad de la que se jactan, se publicitaron gritando a los de fuera que no eran bienvenidos. Han ofendido al rey, sí, pero sobre todo han insultado a Barcelona. Los independentistas y quienes se han dejado arrastrar -el mundo CiU y alrededores- tienen a Cataluña bailando una agotadora tarantela, moviéndose sin descanso para intentar liberar las toxinas del lío en que se han metido por no tener los interlocutores adecuados ni en Barcelona ni en Madrid -apunta por ahí Landelino Lavilla, y así es-. Cataluña no se irá a ninguna parte. El problema es cómo va a quedar cuando acabe la crónica de este engaño. El espectáculo del sábado ha sido otra pieza musical al servicio de la tarantela independentista, el gesto desesperado de quienes necesitaban sacar a la opinión pública de la realidad global para volver a meterla en la irrealidad local. ¿Desconectarse? Sí, pero no de España sino del siglo XXI. Tarantela, tarantela, dame vueltas y más vueltas, un paso hacia atrás y todo da igual.

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