el charco hondo

Confirmé en verano

Será poco después de las nueve, esta noche; pero solo para quienes así lo quieran, porque las estaciones como los días son ésta o aquel, marzo o enero, miércoles o sábado, depende, cada cual decide a qué día de la semana despierta cada mañana, o si le apetece o no prorrogar un par de meses la primavera. Dicen que hoy termina el verano, que iremos a la cama en otoño. Allá el calendario con sus rutinas, y allá aquellos que crecen a su sombra. Que no cuenten con quienes ya veremos qué día es, qué mes, qué estación, qué minuto. Desnudó días atrás José María Noguerol las máquinas de escribir, tablas de windsurf y motos que envolvieron algunos de sus veranos. Cosas que aprendí en verano, escribió Noguerol (buen tipo, y magnífico conversador). Yo este verano confirmé algunas cosas; muchas las tengo en hora, otras las refresco. Confirmé que hay que parar para seguir, desconectar para conectar, respirar, escuchar la quietud, observar los sonidos, reencontrarse, querer, llenar los pulmones de realidad, dejarse querer, sacudirse el fango de lo irrelevante mientras sientes la humedad de la tierra bajo tus pies. El verano del que otros hablan no es una estación, es una actitud; dibuja una forma de encarar los contextos, y así decidimos si la vida nos transcurre de otoño, primavera o invierno. He prometido no deslizar datos. He jurado no dar pistas. Este verano hemos regresado al lugar que no debo citar, no vaya a ser qué. Pero, existe. Allí está. Esperándonos. Siempre. Allí volveremos para alejarnos de la anécdota, del circo; para dejar atrás el infantil microcosmos de los apóstoles de siempre, alejándonos así de tanta bobería disfrazada de solemnidad, del bucle en el que otros han acampado. Regresaremos, sí, y lo haremos para confirmar que lo único importante son los momentos a los que otros no dan importancia. Son cosas que he confirmado este verano. No diré dónde. No daré nombres. Pero, existe. Allí está. Esperándonos, envuelto nuestro refugio en ese silencio que solo el sonido de la hierba sabe romper.

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