domingo cristiano

Navidad y el monstruo de siete cabezas

Un monstruo de siete cabezas y 10 cuernos, un león con alas de águila, un oso de terribles dimensiones, un leopardo de tres cabezas y cuatro alas, una bestia con grandes dientes de hierro...

Un monstruo de siete cabezas y 10 cuernos, un león con alas de águila, un oso de terribles dimensiones, un leopardo de tres cabezas y cuatro alas, una bestia con grandes dientes de hierro… Todos estos engendros habitan en diversos libros de la Biblia que, suscritos al género apocalíptico, bien podrían pasar por una avanzadilla de lo que luego han sido las más famosas películas y libros fantásticos de la creación artística reciente.

El libro de Daniel, el Apocalipsis de san Juan… pero también algunos capítulos de diversos profetas y encendidos pasajes del Nuevo Testamento. Escritos en momentos muy diversos de la historia de la Humanidad, todos tienen en común su intento de dibujar un mundo en pleno cataclismo, abandonado a una suerte incierta, envuelto en una tempestad de sinsentido y acosado por las más diversas desgracias. Ahora que comienza el Adviento y que se presiente la Navidad, justo ahora la Iglesia echa mano de estos relatos, que fueron pensados para ayudarnos a esperar.

El recurso a las bestias multicabezonas y otros bichos y plagas por el estilo forma parte de una antiquísima tradición literaria. Con ellos se pretendía dar a entender que, en medio de una situación límite para la vida del pueblo, la salvación sólo podía venir de lo alto, pues sólo el que viniese desde allá arriba podría contener a tales engendros. El sentido hondo en la literatura apocalíptica de la Biblia es que la salvación viene de Dios. Por muy difícil que se lo pongamos al amor, a la paz, al entendimiento… por mucho que nos compliquemos la existencia, la vida tiene futuro porque está en manos de Dios. Ése es el mensaje.

Y por eso todas estas figuras nos esperan tras las esquinas del tiempo de Adviento. Dios vendrá. No importa lo complicada que ande la sociedad, lo inmensamente imbéciles que nos hayamos vuelto creyéndonos el ombligo de cuanto existe. Dios viene. Y con él llega el final de las bestias que asolaban el mundo: la superficialidad, el desprecio del bien común, el olvido de los más pobres, el culto a la posverdad, la rapiña de los recursos de la Tierra, la persecución de los justos. Dios está y por eso habrá un mañana.

Dios se ha comprometido con el mundo de tal manera que ls Humanidad huele a Dios porque Dios huele a lo humano. Por eso la Iglesia se prepara para ayudar a los hombres a percibir la consistencia de la Navidad: el Niño que nace es la apuesta cierta de Dios por el mundo. Dios no se desdice y, pese a lo que pese, y pesan muchas cosas, sostiene su propuesta de ayudar a cada ser humano a descubrir su verdad, la verdad de su existencia y la razón de su grandeza. Que callen los agoreros de días de tormentas, ésos que pregonan tiempos de locura cuando caigamos en la cuenta de que somos una triste aventura sin sentido y sin horizonte. No serán ellos quienes tengan la última palabra.

Dios viene. Y habla despacio en la Historia. “¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!”, se oyó gemir a los hombres por generaciones incontables. Hasta que llegó el día en el que el llanto de un recién parido rompió para siempre el aparente silencio de Dios.

Viene Navidad. No la adelantemos sin prepararla. Desear a Dios, eso es lo que se espera de nosotros en este tiempo que hoy empieza.

@karmelojph

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