avisos políticos

Vetos y líneas rojas

El Gobierno y los partidos denominados constitucionalistas nos aseguraron que la aplicación rápida del artículo 155, mediante la convocatoria de elecciones autonómicas, resolvería de una vez por todas la compleja situación catalana. Nada más lejos de la verdad. Para empezar, las elecciones no van a hacer cambiar de opinión a los más de dos millones de catalanes que apoyan la independencia y la república. Es cierto que probablemente están próximos a alcanzar su techo de movilización, y que entonces el previsible aumento de la participación puede beneficiar a sus antagonistas, de modo que, aunque ganen en votos, pierdan la mayoría absoluta en el Parlament. Pero no es menos cierto que si la educación y los medios siguen estando en sus manos, su número no dejará de crecer en el futuro y, a medio plazo, la situación será insostenible. Como ocurrió en Irlanda, cuando los independentistas alcancen en torno a los dos tercios de la población, la permanencia catalana en España devendrá inviable. En eso somos muy pesimistas. Cuando, en su polémica con Manuel Azaña sobre el Estatuto de 1932, Ortega y Gasset afirmaba que el problema catalán no tiene solución, en realidad lo que estaba diciendo era que la única solución a ese problema es la independencia de Cataluña. El quinto intento independentista no ha concluido, y el sexto puede ser el definitivo. Ojalá nos equivoquemos, pero no somos muy optimistas al respecto.

En el bando contrario, las encuestas dan ganador a Ciudadanos, con un socialismo en alza y un medio hundido Partido Popular. Un Gobierno de Inés Arrimadas con estas tres fuerzas despertaría reticencias socialistas y requeriría un impensable apoyo de la franquicia catalana de Podemos. Lo más viable en este sector sigue siendo un Ejecutivo Miquel Iceta, con apoyos a derecha e izquierda. Entre los independentistas, Esquerra, con un líder al que la torpeza judicial mantiene en prisión preventiva, se perfila como ganadora frente a Puigdemont. El problema es que para gobernar necesitaría el apoyo de un Podemos que reniega sin mucha convicción del independentismo. En definitiva, se han formulado demasiados vetos y líneas rojas recíprocas entre todas las candidaturas, y el escenario posterior a las elecciones puede llegar a ser ingobernable. Ante esta evidencia, algunos ya se están manifestando a favor de un hipotética repetición de las elecciones, que, en su caso, no creemos que resolviese nada.

Un triunfo en votos y en escaños y un Gobierno independentista pondrían a prueba la calidad y la altura políticas de Mariano Rajoy y su partido, y nos devolverían a la casilla de salida. Es probable que precipitaran el fin de la Legislatura y la convocatoria de elecciones generales. Un triunfo solo en escaños abriría un escenario político impredecible. Y ambas son posibilidades tan negativas que debemos formular en su contra todo tipo de vetos y líneas rojas ciudadanas.

TE PUEDE INTERESAR