domingo cristiano

El Ministerio de la Soledad

Reino Unido ha puesto en marcha una especie de Ministerio de la Soledad que se encargará de atender a los millones de británicos que reconocen sentirse solos

Reino Unido ha puesto en marcha una especie de Ministerio de la Soledad que se encargará de atender a los millones de británicos que reconocen sentirse solos. No sólo ancianos, también a un buen monto de jóvenes que ha pedido ayuda al Gobierno para superar esta situación.La soledad mata. Me refiero a la soledad no elegida, a la soledad no habitada por Dios, por ejemplo. Experimentar que uno no le importa a nadie es comparable a estar muerto en vida.

Los Estados modernos y prósperos van advirtiendo que la riqueza económica, con ser necesaria, no garantiza el bienestar. Yo digo más: un país puede ver muy comprometido su futuro cuando sólo puede aportar fortuna material a sus ciudadanos. Tarde o temprano, casi siempre demasiado tarde ya, el edificio social anclado solamente sobre la base del capital, ya sea público o privado, se desmorona como un gigante con los pies construidos con plastilina.

La soledad asola Reino Unido, lo mismo que a gran parte del que llamamos primer mundo. Y poco a poco se alzan voces exigiendo a los Gobiernos que inviertan en humanidad. Sí, que gasten dinero en construir la compasión, la caridad, la misericordia entre sus ciudadanos. Como no saben dónde encajar tan singular partida, cuando alguno se lo toma en serio tiene que inventarse un ministerio o una secretaría general para cargar ahí los gastos, como les sucede a los ingleses.

No hay futuro sin invertir en humanidad. Mientras esta verdad se grita, la mayor parte de los políticos no tiene tiempo para atenderla, pues los réditos electorales son mínimos comparados con el desgaste económico que supone tomarse en serio la fragilidad de sus votantes. Siento honda repugnancia por la demagogia y por el oportunismo populista, ambos tan de moda por culpa de los indignados profesionales. Pero esto que describo no me parece ni lo uno ni lo otro: pues está en manos de los políticos destinar tales recursos, es su responsabilidad hacerlo. Y son ellos los culpables de las consecuencias de una u otra elección.

Soledad es sólo uno de los nombres que recibe el temblor de nuestra carne, a cuyo cuidado se deberían consignar más partidas. Y otra forma de nombrar nuestra trémula carne, igualmente abandonada, es el desamparo de quienes ven cercana la muerte y lejanoslos cuidados paliativos de calidad para todos. Y lo es también el infierno en el que se entierran quienes experimentar el fracaso de su cerebro y la caída en picado hacia la enfermedad mental, sin centros apropiados para un tratamiento sostenido y prolongado, más allá de la urgencia del momento. Por no decir la tumba que ello supone para su familia, porque nadie está capacitado para atender a otro alguien a quien la circuitería de su personalidad le ha saltado en mil pedazos.

Y desde el suelo grita hacia el cielo en el que se han instalado algunos servidores públicos -es un decir-, desde el suelo clama la voz de las madres sin recursos que quieren seguir adelante con dignidad con su embarazo no planificado; y la ternura del eternamente niño por la lotería genética; y la confusión del drogadicto, al que resulta tan barato despachar metadona y tan caro devolver a la vida.

Si parece demagogia, insisto, me da igual. Soy hijo -mal hijo, pero hijo- de una Iglesia que se deja la piel a diario para arropar al que tiembla en su fragilidad. Y así seguirá siendo, aunque la mayoría de veces no podamos hacer otra cosa que poner una tirita sobre la herida de aquel a quien los Gobiernos no quieren tomarse en serio. No quieren. He dicho bien: no quieren.

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