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Hoy no me apetece escribir

Me pasa a veces, ustedes ya lo saben porque lo he contado. Algunos días no tengo ganas de escribir el puto folio y me siento como un bobo ante el ordenador, esperando que llegue la inspiración imposible

Me pasa a veces, ustedes ya lo saben porque lo he contado. Algunos días no tengo ganas de escribir el puto folio y me siento como un bobo ante el ordenador, esperando que llegue la inspiración imposible. Me ocurre cada vez más a menudo, lo que interpreto como una llegada a la meta o como un ataque de gandulismo, que es lo más probable. Mientras menos trabajo más se apodera el tedio eterno de mí, pero, eso sí, me han entrado unas irrefrenables ganas de leer. Leo, sobre todo, la crónica, que es un género que ahora se sublima gracias a la brillantez de los cronistas, desde Pedro Rodríguez a Díaz-Cañabate, paz descansen, desde Camba a Ruano, paz descansen también, y desde Umbral a Raúl del Pozo, paz descanse Umbral. No me olvido de Cela, lo mismo sobre el descanso, que fue un buen cronista, un excelente fabulador. No digamos cuando se ponía a componer rimas eclesiásticas: “Los cojones del cura de Villalpando / los llevan siete bueyes y van sudando”. O: “Los cojones del cura de Argamasilla / cuando se mueven le suenan a calderilla”. Cela era un tipo muy ocurrente. He dejado fuera de la lista a Ussía, que es otro grandísimo cronista. Fue una pena que no pudiera presentarme el libro Todos los magos son del Barça, del que habrá una entrega sorpresa muy pronto para los lectores de este diario, según creo. Ussía tenía que viajar a Nueva York y el Casino de los Caballeros no tenía otras fechas libres. Es curioso: en el acto de presentación se vendieron más de 200 ejemplares y esto no es fácil. En fin, que hoy no tenía muchas ganas de escribir. Ahora estoy, ya digo, leyendo muchas crónicas, a la que algunos consideran un género menor. Que se lo pregunten a Josep Pla o a los antes nombrados. La crónica es la vida.

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