Vuelve a casa, a la tierra que la vio nacer. “Crece mi amor cada vez que me voy, pero no olvides que sin ti no sé vivir. Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón y no pido perdón. Como tu hija, llevaré ese honor, llenar cada rincón con tus rayos de sol. Y si algún día no puedo volver, guárdame un sitio para descansar al fin”. Con su versión cantada de los acordes nacionales, en el teatro de La Zarzuela, Marta Sánchez himnotizó a millones de españoles. Le llegaron felicitaciones de la Moncloa y de un motón de sitios más. Pero también la atizaron con el palo de la bandera de la intolerancia. Agitadores de enredos sociales, patriotas de hojalata, que la abuchean sin piedad ya aplaudieron a rabiar a Joaquín Sabina, un icono de la progresía, cuando en 2007 asumió la sugerencia del Comité Olímpico Español (COE) y del líder del PP, Mariano Rajoy. En Interviú publicó dos borradores. Uno: “Ciudadanos, / en guerra por la paz / y la diosa razón / mano en el corazón. / Ciudadanos, / ni súbditos ni amos / ni resignación / ni carne de cañón. / Pan amasado / con fe y dignidad / no hay nada más sagrado / que la libertad”. El otro: “Ciudadanos, / ni héroes ni villanos, / hijos del ayer, / hay tanto por hacer. / Ciudadanos, / tan fieramente humanos, / tan paisanos del / hermano de Babel. / Alta montaña / con puerto de mar / clave de sol España / atrévete a soñar”. A Albert Rivera le gustó. Todavía lo tararea. La Marcha Real (Granadera o de Granaderos) ha sido el himno oficial desde el siglo XVIII, a excepción del trienio liberal (1820-1823), la primera república (1873-1874) y la segunda (1931-1939). El Estado adquirió en 1997 los derechos de la armonización compuesta por Bartolomé Pérez Casas. En el festival de Eurovisión de 1968 triunfó Massiel con el La, la, la, del álbum Pensamientos, sentimientos. Sin proponérselo, el Dúo Dinámico (Manuel de la Calva y Ramón Arcusa) puso letra al himno.
Hemeroteca
Publicidad
Esquelas