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Saida

Sida Prieto ha denunciado en este periódico que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ha intentado humillarla, aunque ella ha sentido el afecto de la gente que la quiere. Y tiene toda la razón. Al Ayuntamiento y los organizadores de la Gala de Elección de la Reina del Carnaval tinerfeño les ha parecido que hace cinco años no habían sido suficientemente miserables y no la habían tratado suficientemente mal; y lo han intentado de nuevo. Pero ya se sabe que no ofende ni humilla quien quiere, sino quien puede. Y esa gente no puede con la ilusión, con la esperanza y con la determinación de Saida, que ha luchado, ha recuperado su vida y ha conseguido cumplir su sueño y cerrar el círculo, como ella misma dice; es decir, superar lo que pudo ser una tragedia irreparable y ha terminado siendo, por fortuna, una simple nota a pie de página en una biografía plena y feliz. A pesar de todo, participó en la Gala, sin olvidar que ha podido compartir con su comparsa de toda la vida. Y ella y su diseñador ya tienen proyectos de futuro para el año que viene.

DIARIO DE AVISOS y EL ESPAÑOL tuvieron la feliz iniciativa de ofrecerle a Saida la oportunidad de patrocinar su participación en la Gala. Y así comenzó una aventura protagonizada por ella y dirigida por Santi Castro, el diseñador de una fantasía cuyo nombre -Mi sueño, una realidad- y su propio diseño evocaban la peripecia vital de Saida. Muchos pensamos ingenuamente que, al margen del resultado del concurso, los organizadores y el Jurado le concederían alguna mención honorífica, un detalle de generosidad a modo de desagravio y reconocimiento a su empeño y su coraje: una celebración de su espléndida salud. Vana ilusión. La política municipal santacrucera está presidida por la miseria y no por la generosidad, y la organización -el Ayuntamiento- descalificó a Saida por superar el tiempo en el escenario, aunque otras dos candidatas también lo superaron y no fueron descalificadas. Y lo peor y más ofensivo fue que no le avisaron en directo, mientras ocurría, por ejemplo bajando la música y las luces, y que la organización y el Jurado ocultaron su decisión tanto al público como a la candidata y a su diseñador, que se enteraron al día siguiente por la prensa. Una mala conciencia que nos indica que algo tendrían que esconder. Porque es la primera vez que se descalifica a una candidata de la Gala en toda la historia de nuestro Carnaval.

Hace cinco años, cuando Saida estuvo a punto de morir abrasada, la Gala tenía que haber sido suspendida. Ya lo escribimos en su momento. Sin embargo, mientras ella se debatía entre la vida y la muerte, la fiesta siguió como si no pasara nada. En cualquier país democrático el alcalde y los concejales implicados hubiesen dimitido. Pero estamos en Tenerife y estamos en España, nadie asumió las responsabilidades políticas, y las judiciales se derivaron hacia técnicos de segundo o tercer nivel en un estéril debate sobre seguridad. Menos mal que personas como Saida nos devuelven la esperanza.

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