“Mujer, me gustas más cuando no callas”, rezaba uno de los infinitos mensajes que, contradiciendo a Neruda, inundaron ayer, de la mano de un gentío abrumadoramente femenino, las calles del centro de Santa Cruz de Tenerife como solo lo había logrado, allá en 2002, la marcha contra las torres de alta tensión por los montes de Vilaflor. Fueron muchas más que cuarenta las verdades que portaban las mujeres tinerfeñas por la capital, numerosas llegadas desde distintas partes de la Isla. La inmensa mayoría se reflejó en modestos carteles confeccionados a mano, algunos en las inmediaciones de la plaza de Weyler, punto de partida de una muchedumbre que ocupó todo el recorrido hasta su desembocadura en la plaza de la Candelaria sin que buena parte no hubiera logrado iniciar la ruta, de tanta gente como había. Fue una protesta ciudadana, con todo el protagonismo para la gente de a pie y para esos colectivos feministas para los que todos los días del año son el 8M, tornando en simbólica la presencia de partidos y sindicatos.
La manifestación de ayer fue un éxito rotundo porque, hay que insisitir en ello, las mujeres tienen muchas cosas que decirle a una sociedad que definieron ayer como un patriarcado a derribar. “Calladita no estás más guapa”, escribía otra muchacha en el cartel que mostraba.
Bajo el eslogan general que pronosticaba acertadamente que “si las mujeres paramos, el mundo se para”, ayer salieron a la calle “las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”, las mismas que gritaban “¡que viva la lucha feminista!”, “¡este mundo lo vamos a cambiar!” y, a ratos, festejaba cantando A quién le importa, un himno que Alaska inmortalizó hace lustros con Fangoria. Como rezaba el manifiesto leído por dos portavoces de la Plataforma 8-M Tenerife, Begoña Barras y Jessica Pérez, “somos las mujeres de todo el mundo. Vivimos en el mundo rural y en el entorno urbano, trabajamos en el ámbito laboral y en de los cuidados. Somos payas, gitanas, migradas y racializadas. Nuestras edades son todas y nos sabemos lesbianas, trans, bisexuales, inter, queer, hetero…”.
Del feminicidio
Pero, por festiva que fuera la manifestación de ayer, la protesta feminista versa sobre aspectos cruciales de una sociedad ayer denunciada, no ya como injusta, sino también como peligrosa para la mujer por el mero hecho de serlo. Porque, como leyeron las portavoces y se repetía en decenas y decenas de carteles, “somos las que no están, somos las asesinadas”. Quienes tomaron las calles de una capital tinerfeña que se descubrió ayer más feminista que nunca, proclamaron que “de camino a casa, no quiero ser valiente sino libre”, y que “si tocas a una, tocas a todas”. Qué aguijonazo directo al corazón cuando se lee “disculpen las molestias, nos están asesinando”; qué dolorosa certeza la de un consejo: “Ante la duda, se tú la viuda”.
Del feminismo
Hubo mucha pedagogía en la denuncia de ayer por las calles de Santa Cruz de Tenerife. Se explicaba que “el feminismo es esa idea radical que sostiene que las mujeres son personas” y que “molesta más una mujer liberada que una asesinada”. Con tono admonitorio, se leía “feminismo o barbarie” o que “el feminismo, o es revolución o no será”, pero predominaron los textos apuntados al epicentro de un problema que, como tantos y tantos males de nuestra sociedad, solo encuentra solución en el terreno educativo. Explicaba una pancarta que “contra la violencia machista, eduquemos en igualdad” porque, como decían otras, “lo contrario del feminismo es la ignorancia”. Llamaron la atención, porque no eran pocas, las chicas jóvenes que, orgullosas, festejaban que sus madres las hubieran enseñado a luchar por sus derechos. No en balde, un colectivo reclamaba “educación feminista para que nuestras hijas sean libres”.
Del hombre
Haberlos, habían. No eran pocos, pero las mujeres eran muchísimas más y su implicación fue muy superior, más allá del cartel que portaba un varón orgulloso de anunciar que “mujer, no vengo a traerte flores, vengo a unirme a tu lucha”. Ellas replicaban “no queremos tu piropo, queremos tu respeto”. Se dirigieron de mil maneras a ellos en sus mensajes, quizás el más didáctico fuera que “el feminismo no trata de odiar al hombre, sino de acabar con la absurda discriminación de género”. Eso sí, tampoco faltó el que, simple y llanamente, anunciaba que “estoy hasta los ovarios de tantos cojones”. Se denunciaban también los estereotipos al detallar que “ni soy histérica ni estoy menstruando, grito porque estoy indignada” y que “la talla 38 oprime el chocho”. Se atacó al patriarcado, porque ayer se trataba de demostrar que “nos quitaron tanto, que nos quitaron el miedo”. Los recados por la desigualdad doméstica pasaron desde el clásico “¡Manolo!¡Hoy friegas tú!” a una advertencia perspicaz: “Si los platos limpios son de ambos, que los sucios también lo sean”.
Del futuro
El futuro no es más que el presente continuo, pero en días como ayer en Santa Cruz de Tenerife se antoja más cercano. Porque, al fin y al cabo, “habrá un día en el que no podamos más y ese día lo podremos todo: ese día ha llegado”.