el charco hondo

Jugo de naranja

Si el pablismo tuvo en el enfado colectivo el motor que lo impulsó, Ciudadanos tiene su vitamina C en el cansancio que Rajoy, Sánchez o el propio Iglesias están generando a muchos que en las últimas o penúltimas votaron PP, PSOE o Podemos; de ahí que las encuestas, insistentes, reiteren una tendencia que tiene al bipartidismo, y colateralmente a todos, en alerta naranja. Rajoy tiene un problema, pero el cansancio que envuelve a Sánchez resulta más doloroso, confirmando los errores e incapacidad de quien, en su caso, sufre desgaste y retrocede sin ocupar responsabilidad alguna de gobierno. La izquierda pierde el espacio que sigue ganando la derecha. Sí, la derecha, porque reconociéndole su habilidad para hacerse con el centro, a Albert Rivera solo cabe censarlo en la derecha (de refresco y tal, pero derecha al fin y al cabo). Hace meses se describió, aquí, en tres entregas, el anaranjamiento que invade la política, y se puso el foco en que el desconcierto del PP es hijo de un cóctel difícil de remontar: la interminable cabalgata por los juzgados, los errores en Cataluña y el agotamiento del marianismo. Meses después la ola mantiene su fuerza, y sabe el bipartidismo que si la gente se acostumbra a ver a Ciudadanos ahí arriba acaba animándose y comprando ese caballo. ¿Quién no conoce a alguien que votante habitual del PP ha anunciado en bodas y bautizos que votará a Ciudadanos?, ¿quién no sabe de alguien que votó PSOE (o Podemos, incluso) y confiesa que votará a Ciudadanos? El país gira a la derecha gracias al limbo donde Sánchez tiene a los socialistas, y también, claro, porque las expectativas que generó Iglesias se han enfriado lenta pero imparablemente -también esa derechización se describió aquí hace meses, y sigue girando-. Sánchez arrastró al partido lejos del centro hacia donde ahora huyen miles de simpatizantes -¿cuánto tiempo necesitará el PSOE para recuperarse del sanchismo?-. Todo parece indicar que el próximo Gobierno de España pasará por Ciudadanos. En los ámbitos autonómicos, insulares o municipales no ganarán, pero un sinfín de pactos pasarán también por ellos. De ahí los temblores. Por eso la alerta naranja.

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